jueves

Historia de Eli - Capítulo 14


Eli y Hester pasearon por las calles, provistos ya de las capas y pudiendo pasar desapercibidos. Buscaban con la vista algún indicio de que la carreta y Tanya se encontrara por allí, más cerca de lo que pensaban. Al doblar un par de esquinas y explorar unos cuantos callejones, encontraron el carro. Estaba dentro de una especie de almacén de piedra, aunque realmente eran solo tres paredes que sostenían un fino techo de madera. Hester no tardó en encontrar a los caballos, con sus correspondientes bridas, atados ambos a un poste. Movían la cabeza alterados dentro de ese almacén, sintiendo la casi invisible presencia de los chicos. Eli buscaba con la mirada a Tanya, sin resultados, mientras se masajeaba de nuevo el brazo roto, intentando reducir el dolor que le causaba. Hester se acercó sigilosamente, saliendo del callejón que les resguardaba, mientras la chica permanecía desde el escondite, mirando preocupada a Hester. Éste notó que gotas de lluvia empezaban a calar su capa nada más se expuso al medio de la calle, desprovisto de techo alguno. Aprovechó la ocasión para colarse en el almacén: si alguien le preguntaba que hacía ahí dentro, podría contestar que se estaba resguardando de la lluvia.
Elisabeth se mordisqueaba los dedos nerviosa, había visto desaparecer de su campo de visión la silueta de Hester y no quería seguirle, prefería mantenerse escondida. Sin embargo, estando sola se estaba inquietando más, y para su sorpresa, un espíritu –que hacía mucho y tiempo que ninguno acudía a ella- comenzó a hablar.
-No te alteres. El chico está bien, es listo y hábil, no le va a pasar nada.
A Elisabeth le tranquilizaron esas palabras, y dio las gracias al espíritu antes de pedirle que se marchara, todavía le incomodaban sus presencias.
-Huid en cuanto podáis – fue lo último que pronunció con su voz grave, antes de desaparecer, fusionándose con el ambiente.
Hester buscó en el almacén. Por lo que parecía, los caballos y el carro eran lo único que había allí dentro. Antes de ponerse a buscar dentro de la carroza, donde era lo más probable que estuviera Tanya, se acercó a los equinos y les intentó acariciar los hocicos, para que no hiciesen ruido. Las dos yeguas –eran hembras las dos- eran como el día y la noche.
Una era muy curiosa –se acercó al chico en cuanto le vio- y no vaciló en confiar en él, tranquilizándose al instante. Era un palomino: su pelo sedoso más o menos corto era de un color marrón dorado, con unas crines y una cola largas, bien cuidadas y rubias. Unos mechones cortos le tapaban el lucero blanco que tenía en la cara. De mientras, esa yegua no paraba de olerle a Hester con su hocico oscuro, presa de la curiosidad.
La otra yegua, sin embargo, de un tordo moteado, con los cuartos traseros de un gris bastante oscuro salpicado de motas blancas, le miraba con sus ojos oscuros repletos de desconfianza. No se acercó en ningún momento al muchacho, aunque le tranquilizó el hecho de verle.
A Hester le gustaron de inmediato ambas yeguas, y se le ocurrió una idea, aunque antes que nada se dirigió a la carreta. Ésta no le traía buenos recuerdos, aunque con su capacidad de ocultar los sentimientos, ignoró cualquier reacción de odio o tristeza que le recordaba aquel carro y entró a él de un ágil salto.
Tal y como pensaba, encontró allí dentro a Tanya, apenas sin ropa y hecha un ovillo, aunque mirándole con sorpresa desde las sombras.

2 comentarios:

  1. Me siento descrita en caballo :33333
    tienes que seguir ^^

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  2. LoL
    Me acabo de dar cuenta que es cierto que la palomina es parecida a ti xDDD

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