martes

30/08/2011

Wiiiiii, hola chicos y chicas y mascotas que les acompañen ^^
De nuevo martes, por lo que una nueva sección de Music in us :3!!
Lo estaban esperando, seguidores fantasma? xDDD
Bueno, despues de toda una semana pensando que música poner, he pensado que ya que veo mucho anime y eso, voy a dividir (apartir de ahora) la sección en dos partes:
1º La parte de música (que puede ser en cualquier idioma y cualquier tipo)
2º La parte de anime (donde pondré opnings y endings de mis animes favoritos ^^)
Bueno, dos canciones por semana... todo un chollo, no? è_é

Y... sin más ni más, empiezo con la primera parte de hoy martes (mira?, si rima y todo *carita de ilusion*)
Bueno, la parte de música: Hoy con:

Blink-182
País: Estados Unidos
Tipo de música : Pop punk, punk, rock alternativo...
Periodo de actividad: 1992 ~ 2005, 2009~Actualidad
Instrumentos: Voz, bajo, guitarra y batería

Bueno, y despues de esta pequeña presentacion (seguro que más de uno conocia el grupo), voy a poner su NUEVÍSIMO vídeo ^^

 
Espero que os guste Up All Night, del retorno de Blink 182 :3

Bueno, y ahora, a la nueva segunda parte. La de anime.
Bueno... como no sabía cual poner al principio (intentaba elegir entre el opening de TOradora y de Lucky Star (entre otros)) al final e elegido empezar con una musica "normalilla"... ¿Por qué? Ni idea xDDD 
Aunque tengo que decir que es muy raro que un ending (en este caso) esté en ingles, éste me gustó mucho.
Bueno... **retumban los tambores**
Aquí está, señoras, caballeros y mascotas (nunca menos importantes ¬¬) 
El 1er ending del manganime KUROSHITSUJI.

I'M ALIVE - BECCA

(versión anime)

(Versión original)


Y bueno, creo que así concluimos la segunda edición de Music in us :3
Espero que os haya gustado... y 
¡¡A LEER!!

domingo

Colmillos de lobo - Capítulo 3


El primer día pasó rapidísimo, aquella noche cenaría sola con el señor Dirksen y no creía estar preparada, pero de todas formas, sin darse cuenta, ya estaba en la puerta de la mansión, con una maleta. Sus padres se habían alejado en el coche de caballos, pero sabía que tenía que entrar. Tenía miedo, no quería, pero sabía que tenía que tocar la puerta.
Tocó el timbre. Una campana resonó por toda la casa, haciendo que un escalofrío le retumbara por toda la columna. La puerta se abrió, el sirviente del señor Dirksen estaba apoyado en ella, totalmente recto, pero dejando entrever la única sonrisa que había visto Esira desde que le conocía. Por lo normal siempre estaba serio, y lo único que sabía de él era que se llamaba Nel. Muy misterioso y con pinta de tener muchos secretos, sin embargo, sólo podía ver su extraño pelo gris oscuro y sus ojos sin fondo, con el iris y la pupila de un mismo color: negro.
Esira dudó antes de poner sus pies sobre la madera brillante del suelo de la casa. Miró alrededor suyo mientras Nel cerraba la puerta con un golpe fuerte y seco. Ahora que estaba sola, no conseguía distraerse jugueteando con sus mechones, por lo que se fijó más en todos los detalles de la casa donde se encontraba. La única sala donde había estado era el salón-comedor, que era la puerta que quedaba a su derecha, sin embargo enfrente tenía unas escaleras de un mármol purísimo, blanco y reluciente.
Se quedó donde estaba sin decir palabra, absorta por la habitación. Sintió las gélidas manos del sirviente posándose en sus hombros y animándola a subir aquellas escaleras. Sus pies se movieron, y cuando llegó a las escaleras apoyó una mano en la barandilla negra y con la otra se levantó la falda del vestido gris claro que llevaba puesto, intentando no tropezar con él. Oía las pisadas de los zapatos de Nel detrás de ella, pero no se dio la vuelta. Tenía miedo, sus pies tambaleaban antes de pisar un nuevo escalón que le acercaba cada vez más al segundo piso. Una vez allí esperó a que Nel le guiase. Él la adelantó y con una vela en una mano le guió hasta un cuarto con una pequeña cama y un ventanal. Una vez que Esira pasó la puerta, el sirviente hizo una reverencia y se alejó. Ella se quedó mirando su alrededor: no era una habitación grande, pero era acogedora, con una cama beige y con la ventana que daba a la parte trasera de la casa, donde se extendía un amplio bosque, donde se podía distinguir la nieve sobre cada rama. Se acercó a la cama y se sentó. No sabía qué hacer, no tenía ninguna idea de cómo se suponía que tenía que vivir con aquel señor, que aún siendo guapo muchos años atrás, ahora su cara estaba surcada por arrugas y a Esira no le inspiraba confianza.
Apoyó las manos a ambos lados de su cuerpo y se topó con algo puesto en la cama. Una carta. Esira se la acercó con la mano a la cara, examinándola más de cerca. Estaba abierta. En el reverso ponía “E.G”. ¿Se referiría a sus iniciales? Esira Ginsali. Cuadraban, y aparte estaba en su cama. Cogió el papel que estaba dentro, sin mirar de quién era.
“Entrégame el colgante antes de mañana a la noche” Ponía con una buena caligrafía.
Sabía que se refería al colgante de los colmillos de lobo, su intuición se lo indicaba. Dio la vuelta a la carta y al sobre, pero no encontró nada. Nada que le indicara de quién era.
Guardó el sobre junto a la carta y la dejó debajo de la almohada. Subió la maleta a la cama y comenzó a sacar su ropa, guardándola en un armario que había en una esquina de la habitación, ordenándola por colores. Normalmente era muy desordenada, pero en ese momento, nada era como antes. No debía olvidar que no vivía en su casa.
Una vez terminó, se asomó al pasillo y vio a Nel subiendo las escaleras. Le llamó con un hilillo de voz, apenas audible, pero él la miró, con su rostro serio de siempre. Se acercó y le hizo una reverencia, que ella respondió, olvidando que a los sirvientes no se les solía corresponder con reverencias. Él no pudo contener una risa que soltó por lo bajo, tapándose con la mano. Esira se sonrojó, pero enseguida recobró su compostura y le miró a los ojos a Nel.
-¿Dónde está el señor Dirksen?- le dijo decidida.
Él comenzó a andar, seguida por los pasos de Esira. Bajó las escaleras y entró al comedor, donde en una esquina de la mesa se encontraba el señor Dirksen, tomando una copa de vino. El sirviente le indicó con gestos que se sentara en la mesa, mientras él se iba a  la cocina. El señor Dirksen se dio la vuelta y saludó  a la joven con una sonrisa.
-Señorita Ginsali, tome asiento, por favor.
Esira se sentó en la silla que le indicaba él, sin dirigirle una palabra. La silla era la más cercana a él, pero no rechistó y se sentó, comenzando entonces a jugar con sus dedos, sin poder sacar la carta de sus pensamientos.
Nel no tardó en servirles la cena y retirarse de nuevo a la cocina. Comieron en silencio.
Una vez terminada la cena, Nel recogió los platos y volvió a desaparecer por la puerta que llevaba a la cocina. Entonces el señor se levantó y le dijo a la chica que le siguiera. Ella fue hacia él.
-¿Por qué no habla Nel? – le preguntó Esira de repente.
-Es un poco tímido – respondió él antes de ponerse a reír – No le des importancia.
Entonces le enseñó la casa, explicándole donde estaba cada habitación. Ella prestó atención, no le hacía mucha gracia poder perderse en esa casa. Entonces le condujo a su habitación y le dio las buenas noches.
-¿Buenas? – se dijo a sí misma una vez que estuvo sola en su habitación.
Cerró la puerta y miró por la ventana, donde la oscura noche era iluminada por una casi redonda luna. Según su información, mañana había luna llena. Miró entonces el bosque, y divisó unas manchas blancas muy lejos de allí. Una manada de lobos, la primera que veía en toda su vida. Tal y como los describían, blancos como la nieve.
Una vez que los perdió de vista, se metió a la cama, cansada.


Los primeros rayos del sol le impactaron en la cara haciendo que abriera los ojos. Al ver la ventana grande por donde entraba la luz, se acordó que no estaba en su casa. Se rascó los ojos y se arregló. Unas horas después salió de su cuarto, después de procurar dejar la carta en un lugar escondido.
Bajó al salón comedor, y se sentó en un sofá cerca de la chimenea, donde ya crepitaba el fuego. Alguien ya estaba despierto. Entonces oyó la puerta de la cocina abrirse y salió Nel con un desayuno. ¿Ya le había oído despertarse?
Esira se acercó a la mesa y se sentó donde había cenado anoche. Comió rápido el desayuno que le había traído Nel a la mesa, y esperó a que éste se recogiera su mesa. Entonces, después de pensar un poco se dirigió a la biblioteca, donde después de un rato eligiendo, se decidió sobre un libro romántico. Pasó allí la mañana, mientras por el ventanal se veía como el sol iba subiendo, cada vez más.
Cuando terminó el libro comprobó que ya era la hora de comer, el tiempo se le había esfumado. Oyó una campana que provenía del salón, adonde fue con pasos inseguros.
Nel había servido una abundante comida, y el señor Dirksen la estaba esperando en la mesa. Ella se sentó donde había desayunado. Por lo que parecía, el señor Dirksen no desayunaba, ya que comió mucho en aquella comida, y lo apuraba a una velocidad espeluznante.
-¿Llevas mucho despierta? – le preguntó el señor, una vez terminó su primer plato.
-Sí – respondió cortante.
El señor asintió antes de volver a comer. Esira sólo comió un plato y se sintió llena, así que no comió nada más.
Cuando el señor hubo apurado su segundo y abundante plato, se levantó, mientras Nel recogía la mesa.
-Voy a trabajar a mi habitación, pero hoy iré pronto a dormir, que llevo trabajando desde muy temprano y estoy cansado –explicó.
Esira asintió y  se dirigió también a su cuarto, donde estuvo releyendo esa carta durante muchas horas… Tenía que conseguir el colgante antes de esa noche. Se puso frente al espejo y comenzó a acicalarse de nuevo. Una vez terminó se asomó a la ventana. Era una tarde oscura, las nubes cubrían casi todo el cielo, dejando el paisaje de un color grisáceo. Pero ya era tarde, se le habían escapado las horas sin que ella se diera cuenta.
Salió en silencio de la habitación y entró a la del señor Dirksen, una vez que vio que no salía luz de ella. Buscó en la oscuridad. El señor estaba tapado por sus sábanas, y se le oía roncar. Miró en su mesa, ahí estaba el colgante, con esos colmillos tan blancos y relucientes.
Lo cogió y salió de la habitación, bajando al salón, donde se volvió a sentar enfrente del fuego que crepitaba en la chimenea.
Observó el colgante durante mucho tiempo, hipnotizada con esos colmillos brillantes.
Notó presión en el hombro. Ocultó el colgante y miró hacia detrás, era Nel, que la observaba con esos ojos negros.
-¿Qué quieres? – preguntó Esira asustada
Nel señaló las manos cerradas de la joven, donde estaba el colgante. Ella se miró las manos y luego miró a los ojos del chico.
-Espera… ¿eras tú el de la carta?
Él asintió. Esira se sorprendió, pero no preguntó. Se levantó y se puso al lado de Nel, tendiéndole el colgante. Se lo arrebató de las manos rápidamente, y lo observó con cariño con esos ojos negros.
Luego sonrió, Esira le observó, y… ¡comprobó horrorizada que no tenía dientes!
Gritó, y se alejó. No sabía adónde ir, no sabía que había hecho, aunque lo que se temía no era nada bueno. Apenas dudó cuando comenzó a subir las escaleras,  para avisar al señor Dirksen.
Entró al cuarto, abriendo la puerta con un golpe. Encendió una vela torpemente y se acercó a la cama, gritando histérica el apellido del señor. Viendo que no reaccionaba, apartó las sábanas, viendo que estaban empapadas de sangre que brotaba del cuello del señor Dirksen.
Se alejó al instante y comenzó a correr hacia su habitación, donde se encerró.
La luz de la luna iluminaba toda la habitación.
Oyó un aullido, y se acercó a la ventana. Y comprobó que un lobo de un color grisáceo y bastante grande aullaba en una colina cercana, sobre la capa de nieve.
Y comprendió que había devuelto los colmillos… al lobo.








Colmillos de lobo
Fin

sábado

Colmillos de lobo - Capítulo 2


Regi Ginsali y Esira ya se habían marchado de la mansión del seño Dirksen. Había anochecido y la luz de la luna a dos días de estar llena iluminaba el pequeño coche de caballos que se alejaba por el camino hacia el sur. El camino estaba en partes blanco, por la nieve que había caído aquella noche. Dirksen los había seguido con la mirada hasta donde había alcanzado su vista, pero después se sentó y pidió a su sirviente que le diera una copa de vino. Nel no se hizo de rogar y poco después le trajo la copa de cristal y se la lleno con un vino muy caro, aunque el señor Dirksen se lo tomara como aperitivo.
-¿Sabes Nel? – dijo el señor Dirksen a su sirviente, que se encontraba de pie a su lado, esperando que le mandara alguna tarea. El señor bebió un sorbo de vino antes de continuar. – Nadie me cree ninguna de las historias hasta que les enseño éstos colmillos de lobo… ¿Qué gracioso, verdad? – rió el señor, apurando la copa de vino. Nel no dijo palabra, y hizo una mueca de disgusto, mientras miraba la copa vacía. No tardó en servirle otra y disponerse a recoger la enorme mansión, cuando su señor se dirigía a la cama.

Esira jugueteaba con el pelo, pero sin conseguir sacarse los colmillos de lobo de la cabeza. Siempre le había interesado el tema de los lobos: sombras blancas que se camuflaban entre la nieve. Todos los describían así. Nunca había oído  de lobos con otro pelaje que no fuese blanco. Alguna vez habían comentado en fiestas que organizaba su padre, que se había encontrado un lobo negro, pero al darle caza había resultado ser un simple perro salvaje, y se le había matado sin pensarlo dos veces. Sin embargo, los lobos blancos tan abundantes en esa zona, eran venerados por algunos como si fueran dioses, movidos por el terror que les inspiraba a los ciudadanos, más de uno con algún familiar o conocido muerto por sus garras.
Y ahora el señor Dirksen poseía la dentadura de uno. Y era de un lobo, ya que ningún perro tenía los dientes tan afilados ni tan blancos. Eran los colmillos de un lobo, no cabía duda. Lo único que no cuadraba era porqué los tenía él.
Esira bostezó. Pensar tanto le había cansado, y ya eran altas horas de la noche. Estaba exhausta, con ganas de pasar la noche en su cama. Sin embargo, aún tenía dudas en la cabeza. Y las que pudiera las conseguiría responder antes de irse a dormir.
-Madre -  susurró Esira. Regi no tardó en mirarla.-, ¿tú crees al señor Dirksen?
-Claro, -respondió casi de inmediato – no tengo razones para no hacerlo.
-Pero, sobre los colmillos de lobo…
 -Sabía que me lo preguntarás – le cortó su madre – deberías dejar de darle vueltas a la cabeza. Los has visto, son reales. Punto final. –le dijo rápidamente.
Algo que caracterizaba a Regi Ginsali era su rapidez al hablar. A veces la rapidez no le dejaba vocalizar bien y acababa siendo incomprensible.
Esira se removió en su asiento, intentando adoptar una nueva posición que le fuese más cómoda. Aún tenía dudas y presentía que no podría dormir al menos que las contestase, y la respuesta de su madre no le convencía nada.
-¿Por qué cenamos tantas veces en casa del señor Dirksen? – le preguntó a su madre, ya que era, si no había contado mal, la cuarta noche que iban a su mansión a cenar.
-Es sencillo – respondió su madre fríamente, mientras miraba por la ventana.
Esira le miraba intrigada, ella no entendía lo “sencillo” de aquel asunto, pero por como se hacía esperar la respuesta, adivinó que era un asunto muy serio. Siempre que las largas y rápidas conversaciones se acababan por no tener respuesta a una pregunta de Esira, significaba que era algo serio, que normalmente se comentaba en presencia de su padre.
Por lo tanto, Esira se puso a mordisquearse las uñas nerviosa, hábito que apenas tenía, a menos que le corroyera la curiosidad por saber algo que se hacía esperar, como era el caso. Miraba por la ventana, sin inmutarse de lo que veía, ni siquiera de aquel lobo que se fundía entre las zonas blancas y cubiertas de nieve.
Nada más llegaron a casa, después de que el cochero les abriera la puerta y tras bajar ambas fuera, Regi dio unos pasos rápidos con sus piernas cortitas, todo lo contrario a su hija, que era de las chicas jóvenes más altas. Tras abrir la puerta Regi comenzó a buscar por las distintas habitaciones de la pequeña casa a su marido. AL ver que la habitación de su despacho estaba cerrada, Regi decidió esperar a que él saliera, ya que no le gustaba nada que le interrumpieran mientras trabajaba.
Mientras tanto, Esira Ginsali esperaba impacientemente dando vueltas en el salón donde la chimenea crepitaba calentando un poco esa noche de otoño. El invierno estaba cerca.

Nel recorría toda la casa, esperando no encontrarse nada encendido. Apagó cualquier vela de las habitaciones restantes, y con un candelabro en una mano, se dirigió al cuarto del señor Dirksen. Él ya estaba entre aquellas sábanas mullidas y calientes, protegido así del frío de la noche. Sin embargo tenía los ojos abiertos. Seguía despierto. Al notar la presencia del sirviente, el señor Dirksen comenzó a hablar.
-Estoy nervioso, Nel. – el muchacho ni le miraba. Se peinaba su pelo, que a la luz de la vela, su pelo de un tono grisáceo oscuro parecía negro. - ¿Sabes por qué? No, no lo sabes. ¿Te has fijado en la muchachita? La hija de la señora Ginsali. Era muy guapa, preciosa, Nel. ¿No la has visto? Bueno, y su madre me ha dio una buena noticia. – en ese momento los profundos ojos de Nel se clavaron en los violeta del señor Dirksen. Ya sabía a lo que se refería. – Mañana va a ser un gran día. – dijo, luchando por tener los ojos abiertos. – Retírate, Nel.
El muchacho hizo una reverencia antes de salir de la habitación y se dirigió a su habitación –un pequeño cuarto con una cama y una ventana. Esbozó una sonrisa.

El señor Ginsali salió de su despacho no mucho después. Sus ojos se depositaron en su esposa, y luego en su hija, que no paraba de dar vueltas por el salón.
-¿Qué tal la velada en la mansión del señor Dirksen? –dijo con una voz muy cansada, seguramente de llevar toda la noche trabajando en su despacho.
-Perfecta –dijo Regi mientras plantaba un beso en la mejilla de su marido – El señor Dirksen es muy interesante. ¿Verdad Esira?
Ella estaba tan sumida en sus dudas que no oyó nada de lo que le decían. Entonces, su padre con paso decidido le tocó el hombro y le invitó a tomar asiento en uno de los sillones mientras él mismo se sentaba en uno cercano.
-Esira – dijo con una voz seria, donde aún se podía notar el cansancio.
Ella jugueteaba con sus dedos, aunque atenta a la voz de su padre.
-Hoy tienes que descansar, mañana será un gran día – soltó de sopetón su madre.
Ella le miró, sin entender palabra de lo que se refería. Desplazaba rápidamente sus ojos entre ambos, su padre y su madre, intentando averiguar quién sería el que le sacaría de sus dudas.
Su padre la miró serio. Pero con los labios curvados en lo que pretendía ser una sonrisa.
-Mañana es un gran día… - el señor Ginsali buscó las palabras adecuadas para dar la noticia, pero estuvo un buen rato en silencio – porque irás a vivir a la casa del señor Ginsali.
Esira no daba crédito a lo que estaba oyendo, todas esas cenas habían sido entonces para que se acostumbrara a su presencia, porque al día siguiente… -le daban escalofríos sólo de pensarlo -… se iba a su mansión a vivir.
Esira se quedó sin palabras. Antes de que fuera consciente de ello, cayó en un profundo sueño ya arropada por sus sábanas. En sus sueños sólo aparecía el colgante de los colmillos.

Sobre nombres y apellidos :D

Jejeje~~
Me apetecia hacer hoy una entrada! (puro spam xDD) Pero en finn :3
Pues queria hablar de donde procede mi nick, aunque tengo varios: Ara-chan, Arasu, ArasuLawliet, Arasu Lawliet Yato y Arasu-Lawliet-Elric-Yato.
Al principio era Arasu y punto, mi mote, mi nuevo nombre :3 xD
Pero luego pensé en ponerme apellidos, y como no quería inventarme ninguno (pura pereza), decidí coger de series, y como buena otaku (è_é), de series anime :3
Entonceeees~~
Empecemos!

1er Apellido: Lawliet

No es por meterme con nadie, pero seguro que la mayoria de vosotros (si es que os gusta el manga y anime) conoceis este apellido, o si no, al personaje (ya que en el anime no dicen como se llama) 
Pues... 
**Tambores retumbando**
Sehhhhhh!!
L de Death note!
El famoso detective L de la serie de Death Note, obra de  Tsugumi Ohba y Takeshi Obata. En su interesante lucha contra el asesino de masas, Kira, apenas muestra su cara al público, y menos su nombre. Conocido como L, Hideki Hyuga o Ryuzaki, nunca da su nombre real, incluso cuando Misamisa consigue verle la cara, hacen que no se vea (que *beep* son estos, no?)... Y como no se ve la libreta donde escribieron su nombre, no se sabe con certeza, aunque segun redes (quizá sean mentira) su apellido es Lawliet, y por eso, me lo cogí, ya que me encantó el personaje, aunque en verdad soy más seguidora de Kira, ya que concuerdo con sus ideales... Pero por lo visto, L tuvo razón: "¡La justicia siempre vence!"





2º Apellido: Elric



Bueno, como he dicho arriba, todos los apellidos son de series anime, y éste en concreto es de Edward Elric, del manganime FullMetal Alchemist, de Hiromu Arakawa. El principio de esta serie me gustó mucho (los shonen me gustaban bastante :33) El hecho de que existieran  los alquimistas (o éste tipo de alquimistas) me gustó mucho, y los hermano Elric (los personajes principales, me llamaron mucho la atención, siempre tan optimistas y con la mirada al frente, intentando solucionar los fallos que tuvieron en su pasado tan traumático **ojitos de ilusión**
Y bueno... por qué Edward y no su hermano pequeño? 
Porque puedo ver lo guapo que es desde el primer capitulo de la serie y verle actuar durante sus 27 tomos de manga (en españa, en japón son 25), al contrario que su hermano, que es una armadura (aunque también es monoso con cuerpo). Y luego el hecho de  sus implantes mecánicos... molan!




3er Apellido: Yato



Bueno y por último y por ello no menos importante, podria decir que para mi es el MAS IMPORTANTE (wuajajaja) llega Yato. El apellido de la persona más monosa y maja y sádica y la mayor sed de sangre que existe è_é (si, me va lo sádico xDDD)   Véase foto allí-----> 
Y quién es este? Pues de los tres de los que he plagiado el apellido, el menos conocido (por desgracia), ya que ni es un personaje principal, ni es de un anime conocido. Es Kamui, del manganime Gintama y dentro de la historia es de un clan llamado Yato, que ésta compuesto por "humanos" de piel blanca y sensibles al sol (siempre llevan un paraguas para taparse de él), pero  con una fuerza sobrenatural. Es un clan que vive para la lucha, para la lucha a MUERTE. Y éste, puede ser que sea uno de los más fuertes (no está comprobado) y con la mayor sed de sangre (eso sí que sí)
Para los que conocían este anime, seguro que al ver el "Yato" han pensado en Kagura, una de las personajes principales y perteneciente al clan Yato también, aparte de hermana de sangre de Kamui
<------
Es verdad que la personaje me gusta, su humor y su personalidad no tiene precio, pero, prefiero a Kamui, su hermano mayor :3 (aunque sea un personaje totalmente secundario y quiera matar a los principales D:)


Y bueno, con ésto ya está, aqui terminamos una nueva entrada para la sección "Un poco de dos locas"
Bye~~


viernes

Aficiones-1

Lalalala(8) hoy estoy de buen humor ^^ y se me ha ocurrido escribir un poco sobre mí. Pues bueno el tema de hoy son mis aficiones xD
Como tengo bastantes, cada día pondré sobre una. Hasta que se acaben xD, la de hoy es DIBUJO.

Pues nada como habréis comprobado si habéis visto la sección de Fichas e Ilustraciones me suelo dedicar a dibujar xD, en fin, no es que dibuje superbien pero intento mejorar. Ya veréis como dentro de poco el blog estará petaaaaaado de dibujos. En los principios no sabía dibujar bien xDDD ( qué risas con esos dibujos ahora) pero si practicas y aprendes siempre se mejora :) Haciendo personajes propios o que ya están inventados, cómics, mini-historias...cualquier cosa.
Luego llegó a mis manos cierta tabla gráfica è_é y entonces empecé con lo del dibujo por ordenador
( aunque, sinceramente, no hay nada mejor que un buen boceto a papel ;D) Los recuerdos dibujando en clase, y luego cuando te echaban la bronca son imborrables xDDD el típico:"Sonia que no se dibuja en clase" o "Sonia que te veo" ;3
De todos modos animo a todo el mundo a dibujar, que es una manera de desestresarse y de abrir la imaginación ;)
Hala aquí concluye el tema de hoy, mañana más ^^ 

Aleck



Nombre:Aleck
Edad:18
Raza: Hombre-lobo
Descripción:Bastante más alto que el promedio de la gente normal con 1,80. Tiene una complexión fuerte, de cuerpo atlético y musculoso. Destaca su pelo color cobre, nada común que contrasta con su tez olivácea.Sus ojos son de color gris, muy clarito. La nariz, de lo más normal, encaja perfectamente en su rostro casi siempre sonriente. Y en la parte superior de la mano cabe destacar la marca de la media luna con tres picos y una esfera entre la medialuna.
Este personaje es normalmente muy tranquilo y de carácter despreocupado, lo que hace irritar muchas veces a Nina. Dependiendo de la situación suele volverse serio. Pocas veces está de mal humor ya que los insultos y las ofensas le suelen dar igual, entre otras cosas. 

Algo sobre el personaje:
Aleck es, junto a Nina, uno de los personajes principales de la historia. Perteneciente al misterioso Clan Prohibido o Clan de la Luna, el cual no reconoce debido a no tener recuerdos por sufrir de amnesia.

Colmillos de lobo - Capítulo 1


-Vamos Nel. Más rápido – le apremiaba el señor Dirksen desde la mesa. Nel apuró sus movimientos, siempre precisos, sin dejar ver cambio alguno en la expresión de su rostro. – Hay invitados, no les hagas esperar.
Entonces Nel abrió una puerta con el pie, mientras con ambas manos llevaba los platos a los reunidos en aquella mesa. Tres pares de miradas se depositaban en él mientras dejaba los platos en la mesa.  Uno de los invitados pronunció un débil gracias, que Nel ignoró antes de volver a desaparecer por la puerta que daba a la extensa cocina, cargando con los anteriores platos, ya sin comida alguna.
La señora Ginseli dirigió una mirada al señor Dirksen y luego a su hija, que se situaban en ambas esquinas de una larga mesa. El señor Dirksen no pronunciaba palabra a menos que fuese para decir frases sobre él, alabándose a sí mismo o para narrar sus heroicas historias. La señora Ginseli mostraba una atención sorprendente: con cada palabra del señor Dirksen se mostraba más entusiasmadas por una nueva historia. Su hija, in embargo, se entretenía intentando apartar el flequillo de su cara sin las manos, una vez lo consiguió con movimientos de la ceja y quería volverlo a conseguir. Su madre le reprochó con miradas muchas veces durante la velada, pero ella hacía caso omiso y seguía jugueteando con sus cabellos rubios.
El señor Dirksen miraba de vez en cuando a la hija de la señora Ginseli, interesado. Sin embargo las miradas se centraron entonces en su plato repleto de comida que había traído y hecho su sirviente, Nel. Examinó un poco el plato antes de comenzar a comérselo lentamente, para parecer educado antes sus invitadas.
La comida fue silenciosa, sólo se oyeron los ruidos metálicos de los tenedores y cuchillos chocando contra los platos, que se fueron vaciando poco a poco.
La hija de la señora Ginseli, Esira, miraba el plato con desprecio. Era un guiso repleto de salsa y guisantes, cosas que a ella no le gustaban nada. Comió sin rechistar la mitad del plato solamente, antes de volver a juguetear con sus cabellos.
Una vez que el señor Dirksen y la señora Ginseli hubieron terminado sus respectivos platos, miraron a Esira. Ella seguía intentando apartar el flequillo que casi le tapaba su ojo derecho, ésta vez soplando. Al señor no le pareció maleducado el comportamiento de la joven, ya que la belleza de la misma le cegaba. Por eso, le sonrió.
-¿Has terminado? – le dijo el señor Dirksen.
La señora Ginseli asintió de inmediato, pero cuando observó que la pregunta no iba para ella, miró a su hija. Ésta ni se había dado por aludida, jugueteando con su pelo. La señora carraspeó.
-Esira…
La muchacha movió los ojos lentamente hacía su madre, y entonces sonrió. No sabía por qué la llamaba, pero la mayoría de veces esa sonrisa le había librado de un reproche.
-¿Has terminado? – repitió Dirksen, serio.
-Sí, sí  - asintió la joven. Una vez que vio que no le hacían más preguntas, Esira se puso a juguetear con los dedos, entrelazándolos y soltándolos, otro de sus pasatiempos favoritos.
El señor Dirksen miró rápidamente y sin mostrar interés el plato de la señora Ginseli, y al ver que al igual que el suyo estaba vacío, procedió a tocar una campanita que servía para llamar a Nel. Éste cruzó la puerta en un instante y empezó a recoger los platos, sin hacer ningún ruido. Esira levantó un poco la vista y buscó algún tipo de señal de sentimientos en aquellos profundos ojos oscuros y sin luz del sirviente. Pero parecían opacos, vacíos…
-¿Os he contado ya la historia…? - comenzó a decir el señor Dirkens, atrayendo la interesada mirada de la señora Ginseli y la sorprendida mirada de la joven.- ¿…de la lucha que tuve contra el lobo?
Entonces Nel miró un instante a su señor, antes de desaparecer de nuevo por la puerta con una mueca de disgusto. El señor Dirksen dejó entrever una sonrisa, mientras miraba a la hija de la señora Ginsale por enésima vez en aquella noche.
-No, señor. – respondió ella con una voz seca, e inmediatamente se miró el flequillo, que ya le estaba molestando de nuevo.
-¿Sería usted tan amable de contárnosla, señor Dirksen? – dijo la madre, intentando reparar la sequedad de la respuesta de su hija.
El señor la miró, esbozando de nuevo una sonrisa.
-Bien… - el señor carraspeó y entonces entrelazó los dedos de ambas manos encima de la mesa y miró a ambas, sintiéndose interesante, como si lo que fuera a decir fuese la historia más interesante jamás contada. – Era una fría noche de invierno, el rió que discurre al este estaba totalmente helado, con una capa de hielo de un grosor escalofriante. ¡Figúrense! El hecho es que me dirigía al cementerio, a velar de nuevo la muerte de mi difunta esposa. – A Erisa le atravesó un escalofrío por toda la médula al advertir que aquel hombre no mostraba ni un atisbo de tristeza al hablar de su mujer. Cada vez le caía peor aquel señor. – En el camino tuve que pasar por el puente que atravesaba el río, que aún siendo de piedra y poseer aquellos bonitos mosaicos en los bordes, parecía muy soso cuando no se podían apreciar bajo esa capa de nieve que los cubría. No se podían apreciar bajo esa capa de nieve que los  cubría. Sin embargo, aquel paisaje era mucho más bonito con los árboles blancos y con la gran esfera plateada del cielo reflejada en el cristalino hielo…
Esira dejó de prestar atención. Aquel señor, para ella, sólo pretendía embaucarles con sus rebuscadas invenciones. Desde un principio Regi, su madre, se había mostrado muy interesada por sus historias, pero a ella ya le empezaban a parecer cansinas. Hablaban de diferentes temas, aunque la mayoría eran sobre problemas de la ciudad que. Gracias a él, se habían solucionado. Resopló por dentro. Patrañas. Esiraa no se creía ni una palabra de lo que había oído, y aunque el titulo de aquella última le había llamado la atención, volvió a pensar que era mentira. Sin embargo volvió a prestar atención automáticamente cuando escuchó la palabra ‘lobo’ surgir de sus labios.

-… y aquel lobo me miraba. Contrastaba con el ambiente ya que su pelaje no era blanco como el de la mayoría de los demás. Sus ojos oscuros, dos esferas sin fondo, me observaban, enfriándome la sangre y produciéndome un escalofrío. Muchas veces había visto lobos, blancos e inmaculados, pero ese no era así, e incluso parecía más grande de lo normal. Dudé entre acercarme a él o proseguir en mi camino sin prestarle atención, pero como si hubiese leído mis pensamientos, se puso en medio del sendero y me miró, clavando sus profundos ojos brillantes y relucientes en los míos. Y luego  sin pensarlo dos veces, avancé. Aún siendo un lobo, una criatura salvaje no podría conmigo. Sin embargo él pareció sentirse atacando, ya que me mostró sus dientes, grandes hileras de unos colmillos blancos y brillantes, mientras gruñía. Pero no pudo conmigo.
Esira resopló. Lo sabía, otra de sus historietas inventadas. ¿Cómo ese señor podría haber vencido a un lobo sanguinario? Todos los que si se habían topado con uno, habían muerto, o perdido algún miembro, normalmente mientras escapaban de sus sangrientas miradas. Además, por lo que sabía todo el mundo, y Esira había investigado sobre ello, los lobos sólo eran blancos. Como la nieve. Y aparecían en manadas, camuflándose con el entorno. Si no era blanco, no era un lobo. Así de sencillo. Seguramente ni siquiera había visto jamás un lobo, al contrario de lo que aseguraba Dirksen en su relato.
-Mirad – continuó diciendo.
Esira no le miró, no quería más de sus mentiras y montajes.
Sin embargo, su madre no le quitó ojo, y se sorprendió al ver lo que enseñaba el señor Dirksen.
-Eso… - murmuró, lo suficientemente asombrada como para no poder acabar la frase.
-Sí – sonrió el señor Dirksen al prever lo que quería decir.-, es su dentadura. Los colmillos del lobo.
Esira miró automáticamente al oír esa sentencia. No pudo expresar su asombro al ver que en las manos del señor Dirksen estaba un colgante – que había llevado puesto durante todo la velada, invisible por la camisa – con un montón de figuras plancas y puntiagudas, sin ningún tipo de imperfecto en su superficie brillante. Tal y como los había descrito Dirksen. Tal y como los imaginaba la joven.
Los colmillos del lobo.

jueves

Lluvia de rayos





Lectura interminable. La historia tiene mucho misterio, muy oscuro todo... En concordancia con su título; Oscuridad. 
La verdad es que estoy enganchada... Pero al terminar un capítulo miro hacia el oscuro cuarto que me rodea. En el reflejo del cristal observo la ventana, abierta de par en par, pero con la persiana bajada casi del todo. 
Antes de darme cuanta tengo los pies descalzos encima de los muñecos y los peluches que normalmente están sobre mi cama, pero a la hora de dormir los tiro enfrente de la ventana. 
Me agacho. Paso la cabeza, como la otra noche, pero esta vez la persiana está más cerrada y me cuesta hacerla pasar. De repente oigo un ruido musical que proviene de una pequeña campanita colgada de mi cuello al chocar contra el mueble de madera. 
Sujeto con el borde de los labios la campanilla y consigo pasar la cabeza, y el pecho... Apoyo los codos en el mueble. 
Sé que la cadera no va a entrar, no lo voy ni a intentar. 
Entonces me paro a escuchar, después de soltar la campanita. 
No se oye nada, algún que otro coche circulando por la calle, pisando con los neumáticos los charcos. 
Me dispongo a volver, me vuelvo a coger el llamador de ángeles, la pequeña campanita, me lo acerco a la boca y lo palpo con los labios y los dedos... No me lo quito a menos que me vaya a duchar, para todo lo demás lo tengo colgado en el cuello, la mayoría de veces oculto debajo de los cuellos de las camisetas... Rozando mi piel desnuda y trasmitiéndome frío en los días más calurosos. 
Hay veces que oír su sonido me calma... Como ahora. Allí, debajo de la persiana.
Un destello blanco surca el cielo,  atravesando también mis pensamientos... 
¿Eso era un relámpago? 
Había iluminado toda la terracita... Eso era demasiado para ser un relámpago. Además, ha pasado bastante y aún no llega el trueno...
Me trago mis palabras al oír un ruido que me provoca un escalofrío. Parece como si eso hubiese partido el cielo en dos. 
Beso la campanilla y me tapo la cara. Con las manos... 
Recuerdo una fugaz imagen, una ventana por donde corrían las gotas... Un relámpago... Se van todas las luces del salón…
No lo recuerdo, sin embargo, lo veo. 
Quizá ni siquiera ha pasado...
Otro destello. Otro trueno que parte el cielo. 
Miro la ventana, entran unos rayos de luz anaranjada por los pequeños orificios de la persiana de placas. 
Otro destello... Esta vez lo veo de frente. Todos los huecos de la persiana se iluminan de un blanco puro, cuanto más arriba de la persiana un blanco más cegador. 
Se apaga. 
Dura solo un instante... Y se apaga. 
Sigo mirando y aguzo el oído. Oigo las gotas de lluvia intentando pasar la ventana, como queriendo entrar para refugiarse de la tormenta... Irónico, ¿no? 
Un fuerte ruido vuelve a inundar mis oídos... Y de nuevo la lluvia.
Al ver que no vuelve a caer ningún otro destello, cogiendo el llamador con los labios meto la cabeza, como volviendo a la madriguera. 
Y me tumbo en la cama, viendo de vez en cuando algún que otro relámpago y oyendo truenos... 
Formando... 
Rayos. 

Historia de Eli - Capítulo 14


Eli y Hester pasearon por las calles, provistos ya de las capas y pudiendo pasar desapercibidos. Buscaban con la vista algún indicio de que la carreta y Tanya se encontrara por allí, más cerca de lo que pensaban. Al doblar un par de esquinas y explorar unos cuantos callejones, encontraron el carro. Estaba dentro de una especie de almacén de piedra, aunque realmente eran solo tres paredes que sostenían un fino techo de madera. Hester no tardó en encontrar a los caballos, con sus correspondientes bridas, atados ambos a un poste. Movían la cabeza alterados dentro de ese almacén, sintiendo la casi invisible presencia de los chicos. Eli buscaba con la mirada a Tanya, sin resultados, mientras se masajeaba de nuevo el brazo roto, intentando reducir el dolor que le causaba. Hester se acercó sigilosamente, saliendo del callejón que les resguardaba, mientras la chica permanecía desde el escondite, mirando preocupada a Hester. Éste notó que gotas de lluvia empezaban a calar su capa nada más se expuso al medio de la calle, desprovisto de techo alguno. Aprovechó la ocasión para colarse en el almacén: si alguien le preguntaba que hacía ahí dentro, podría contestar que se estaba resguardando de la lluvia.
Elisabeth se mordisqueaba los dedos nerviosa, había visto desaparecer de su campo de visión la silueta de Hester y no quería seguirle, prefería mantenerse escondida. Sin embargo, estando sola se estaba inquietando más, y para su sorpresa, un espíritu –que hacía mucho y tiempo que ninguno acudía a ella- comenzó a hablar.
-No te alteres. El chico está bien, es listo y hábil, no le va a pasar nada.
A Elisabeth le tranquilizaron esas palabras, y dio las gracias al espíritu antes de pedirle que se marchara, todavía le incomodaban sus presencias.
-Huid en cuanto podáis – fue lo último que pronunció con su voz grave, antes de desaparecer, fusionándose con el ambiente.
Hester buscó en el almacén. Por lo que parecía, los caballos y el carro eran lo único que había allí dentro. Antes de ponerse a buscar dentro de la carroza, donde era lo más probable que estuviera Tanya, se acercó a los equinos y les intentó acariciar los hocicos, para que no hiciesen ruido. Las dos yeguas –eran hembras las dos- eran como el día y la noche.
Una era muy curiosa –se acercó al chico en cuanto le vio- y no vaciló en confiar en él, tranquilizándose al instante. Era un palomino: su pelo sedoso más o menos corto era de un color marrón dorado, con unas crines y una cola largas, bien cuidadas y rubias. Unos mechones cortos le tapaban el lucero blanco que tenía en la cara. De mientras, esa yegua no paraba de olerle a Hester con su hocico oscuro, presa de la curiosidad.
La otra yegua, sin embargo, de un tordo moteado, con los cuartos traseros de un gris bastante oscuro salpicado de motas blancas, le miraba con sus ojos oscuros repletos de desconfianza. No se acercó en ningún momento al muchacho, aunque le tranquilizó el hecho de verle.
A Hester le gustaron de inmediato ambas yeguas, y se le ocurrió una idea, aunque antes que nada se dirigió a la carreta. Ésta no le traía buenos recuerdos, aunque con su capacidad de ocultar los sentimientos, ignoró cualquier reacción de odio o tristeza que le recordaba aquel carro y entró a él de un ágil salto.
Tal y como pensaba, encontró allí dentro a Tanya, apenas sin ropa y hecha un ovillo, aunque mirándole con sorpresa desde las sombras.

miércoles

Notas entre cerezos



 Este minirrelato es algo que me ha surgido así porque sí. Puede que tenga algún significado pero dejaré que cada uno saque sus propias conclusiones. Así pues, espero que os guste ;)
Me inspiré un poco en esta canción, preciosa ^^ asi os acompaña la lectura.

La lluvia empapaba las flores de los cerezos, hasta el punto en el que se doblaban hacia abajo dejando caer su carga. Alrededor de aquel enorme círculo escarbado en la tierra, se alzaban varias filas circulares de cerezos en flor. Los pétalos rosados que volaban por el aire le rozaron la cara y de repente comenzó a oír una melodía que no lograba reconocer. Giró sobre sus talones, y enseguida vio lo que la provocaba. Un bonito piano de ébano tocaba solitario una melodía, observó como las teclas subían y bajaban, creando olas. Sonrió, el piano le traía muchos recuerdos. Se acercó a él y se sentó en la banqueta que había. El piano dejó de sonar entonces, como invitándola a tocar. Puso las manos sobre las teclas y suspiró, luego comenzó a  tocar una melodía muy suave que subía y bajaba de tono. Las notas invadían el bosque, quizá alguien las oiría si viajaban de árbol  en árbol, de planta en planta, de vida en vida, llenando huecos vacíos…

martes

Historia de Eli - Capítulo 13


Ayik fue reprochado por su misión fallida, y a cuenta de eso, su odio hacia los niños que había seguido –especialmente hacia la muchacha- aumentó considerablemente.
Con los pocos datos que tenía, que ni siquiera sabía por qué los querían capturar,  se lanzó a su búsqueda de nuevo. Aparte de ese dato, conocía las descripciones de ambos, y el nombre del chico: Hester V. Din. Ignoraba, y no mostraba el mínimo interés por averiguarlo, lo que ese nombre significaba. Y el último dato que conocía era que había que evitar el contacto físico con la piel de la muchacha.
Éste último dato no le importaba, su cuerpo era una simple capa que le protegía del contacto. Como la piel de las serpientes, la podía mudar, aunque normalmente volvía a ponérsela. En su caso, era una piel grisácea, muy distinta al de los humanos normales, pero conseguía apañarse bien con eso.
En ese momento se encontraba en el pueblo donde se suponía que estaban los muchachos, asomado encima de un tejado, balanceando las piernas en el borde. No le importaba no ocultarse, ya que como estaba, podía pasar perfectamente desapercibidos. Muchos niños subían a los tejados a observar la ciudad, y los adultos ya estaban acostumbrados y simplemente les dejaban estar. Con Ayik pasaba lo mismo. Por eso, miraba alrededor, buscando con la vista a V. Din y su acompañante.
***
Eli seguía ya cansada y malhumorada a Hester. <<¿Es que él nunca se cansa?>> Sin embargo él la ignoraba, escabulléndose por las calles que había estado memorizando desde la colina.
-Ese tal Ayik anda cerca – sentenció Hester para sí mimo. No se lo mencionó a Elisabeth por no preocuparla, pero sabía que lo que le había sucedido en el bosque era culpa de ese tal Ayik. Aún así no lo dijo, aunque al verle en un tejado, se escondió en un callejón. Eli se dio de bruces con él, por su parada repentina justo antes de la calle. Hester le había visto a su izquierda y se había escondido dando de nuevo un paso hacia atrás, volviendo al callejón. La muchacha se peinó el cabello con los dedos y tras ponerse un mechón que le molestaba en la cara detrás de la oreja le miró con odio. Sabía que le ocultaba algo, aunque ignoraba el qué.
-Hester… -susurró
-Dime – dijo risueño
-¿Ahora qué pasa? – le dijo malhumorada
-Necesitamos unas capas para cubrirnos – fue su única respuesta
Entonces el muchacho dio la vuelta hacia el otro lado del callejón, evitando ser visto por ese tal Ayik, a su vez, buscando alguna tienda. Eli le seguía sin rechistar, aunque si hubiese tenido un carácter menos maduro – como Tanya, por ejemplo – se hubiese molestado y se hubiese puesto a gritarle y exigirle respuestas. Pero su seriedad aumentó con la idea de que si Hester se comportaba así era por algo, y más tarde se podría enterar del porqué.
Dieron un rodeo a una manzana de edificios, y de pronto Hester entró en uno, seguido por los lentos y cortos pasos de Eli.
En la sala donde entraron olía a cuero, y es que lo había por toda la sala, en distintas prendas, combinado con algunas otras prendas de lana o tela. La mayoría parecían ser suaves y calentitas para el invierno que se acercaba.
Un señor con unas pequeñas gafas y una melena larga y canosa les observaba por encima de las gafas desde que entraron, alternando las miradas con una prenda que tenía en sus manos hábiles pero surcadas de arrugas.
-Bienvenidos – dijo con una voz grave y sin ningún entusiasmo.
Hester le miró un par de veces, pero sin fijar la mirada, ya que le parecía incómodo y poco educado. Tras unas cuantas miradas se lanzó a preguntar.
-¿Tienes en veta alguna capa ligera, de tela a poder ser?
Sonrió amablemente cuando vio la mirada interesada del señor.
-Si tienes dinero para pagarla… Aunque, ¿para que la quieres?
Eli prestó atención, quizá así descubría lo que planeaba Hester.
-Para un disfraz – mintió. Entonces señaló a Elisabeth– Nar y yo vamos a hacer un espectáculo y para ello necesitamos disfraces.
<<¿Nar?>> Se preguntó Eli. Entonces comprendió que todo lo que había dicho era una mentira para encubrirse.
El señor alternó entonces las miradas entra la muchacha – en la que no había reparado hasta entonces – y Hester. Luego asintió. Se dio la vuelta y fue a la trastienda, volviendo con dos finas capas oscuras. Hester se acercó y preguntó antes de tocar su suave tela.
-12 monedas las dos. Os las dejo baratas por tener ese fin.
Eli se acordó de la visita del cicatriz… Para él, ella había costado menos que dos capas de tela. Hester sacó el dinero de la bolsa y le dio lo justo, antes de coger las dos capas y darle una a Eli. Le sonrió al dependiente y salió con la capa ya puesta, y con el gorro incorporado en ella tapándole la cara, dejando entrever sólo su sonrisa.