viernes

Sueños... Capítulo 8


Seguía a aquella persona, si es que se podía llamar así, desde detrás a un paso más lento. Me sorprendían las alas que poseía, que aunque rompieran su belleza con ese tono tan oscuro, eran tremendamente elegantes. Eran de plumas, y con ese color se podría decir que eran algo parecido a las alas de los cuervos. Estaban compuestas por una membrana fina que bordeaba la parte superior de ambas alas, que acababan en una especie de garra puntiaguda, y que a simple vista hacía que aquella pequeña criatura profiriera respeto. También desde mi posición podía ver  su pelo dorado, recogido en pequeñas coletas atrás, para que no le molestaran en el momento de abrir las alas. Me provocaba bastante curiosidad lo que había dicho antes. Claramente no era mi idioma, pero tampoco me sonaba a ningún otro idioma que conociese.
<<Ydru>> Me repetía incansable en la cabeza. ¿Qué significaría aquella palabra? Cada vez tenía más curiosidad, pero no me atrevía a preguntárselo. Era una palabra muy bonita y me inspiraba tranquilidad el mero hecho de tenerla en mente. 
Pensé que desde que me había dicho aquella palabra, no nos habíamos dirigido ninguna otra. En cierto modo, me caía bien esa muchacha, ya que por sus cabellos creía que era una chica, aunque no sabía mucho de ella. Por eso decidí acercarme a ella y empezar a preguntarle:
- Mi nombre es Clara, creo que no me has dicho el tuyo...
-No tengo nombre - me cortó. 
Le mire extrañada. ¿Cómo no iba a tener nombre? 
- ¿No tienes nombre? -repetí - ¿Cómo no vas a tener nombre?
- No tengo nombre, nadie me ha dado ninguno, ni están dispuestos a dármelo.
- ¿Por qué? - cada vez estaba más sorprendida, la verdad es que no sabía que podía esperar de respuesta, eran todo sorpresas.
- En este mundo el nombre no es como en vuestro mundo. Aquí el nombre no es una forma de nombrar a criaturas, el nombre es un título, y ello acarrea tus cargos y tu posición social. Si no posees nada, no tienes nombre. 
>>A parte, algunas criaturas no tienen nombres. Bien porque no pueden ser nombradas, o bien porque la sociedad no los considera digno de ellos. 
Le miré. Entendía lo que decía, aunque no dejaba de sorprenderme todo lo de aquel mundo. 
-Ydru es una forma de nominar a alguien de mucho prestigio, - me acerqué más a ella, ya que aquel tema me interesaba -  y pocos son merecedores de ese nombre. Suelen ser nombrados así cuando están predestinados a hacer algo grandioso, o al menos cuando están dispuestos a hacerlo. En muchos de estos últimos casos, acaban perdiendo la vida en el viaje, acaban siendo Jhels. Ser un Jhel es peor que no poseer un nombre. Es la categoría más baja de este mundo. Ser un Jhel, es literalmente "luchando inútilmente tras la muerte", eso conlleva, que aparte de no hacer nada significativo en vida, sigue siendo inútil en la muerte.
>> En ese caso, la posibilidad de que un hijo de Jhel fuese reconocido con un nombre es ínfima. Los hijos de Jhel estamos predestinados a servir a la nobleza, prisioneros de sus órdenes. 
Se detuvo un momento y agachó la cabeza. Cabizbaja, apretó los puños y se mantuvo así un momento. Después, me miró a los ojos.
- Mi padre fue un Ydru, y mi madre también. Viajaron juntos en busca de un portal del cual no se sabía mucho. Ambos eran de diferentes razas, y aún siendo un gesto mal visto, me tuvieron a mí. Los enlaces entre diferentes razas no suelen ir bien, y mi madre una Tysel, una mujer-cuervo, después de darme a luz, murió. Fue culpa mía la muerte de mi madre, y así mismo su nombramiento de Jhel. 
>> También arrebataron a mi padre humano de su título de Ydru, y pasó a ser el viudo de una Jhel. Perdió su nombre, su antiguo Ydru para convertirse en un don nadie. Supongo que todos esos sucesos fueron sus razones para abandonarme. 
>> Realmente no tengo nombre, soy una hija de una Jhel de raza Tysel y de un humano. Una hija de Jhel y mestiza, lo que significa que no tengo sexo ni soy reconocida por ninguna de las dos razas. Carezco de cualquier prestigio.
Le mire con ojos llorosos. Aquella cría debía de haber sufrido mucho, y eso me entristecía. Me acerqué a ella y le acaricié la cabeza, ella apretó los dientes y dio un salto para abrazarme. Tenía mucha fuerza, al contrario de lo que parecía, y el impacto hizo que retrocediera unos pasos. Le devolví el abrazo, mientras sentía cómo las alas de la criatura me envolvían también, abrazándome. Entonces ella se puso de puntillas y me susurró al oído:
- Encantada de conocerte, Clara, o mejor dicho, Ydru.

jueves

Sueños... - Capitulo 7


Miré hacia donde había perdido de vista a los dragones, pero ya no se veía nada, solamente las nubes espesas que cubrían aquel cielo. Me di la vuelta, decepcionada, aquel dragón había representado mucho para mí durante esas pocas horas, y aquella despedida me había hecho daño. Pero la sorpresa fue mayor al ver que cuando me di la vuelta no había nadie, ni un animal, ni Tomás, ni siquiera una figura, conseguía distinguir dentro de ese bosque. No parecía haber nada, sin embargo, los bosques solían estar llenos de ruidos y sonidos de animales, o del simple viento, eran todo lo contrario a aquel, en el cual no se oía el más mínimo ruido.
Notaba como el corazón se aceleraba cada vez más, ¿estaban todos planteándose dejarme sola en aquel extraño mundo? Estaba demasiado asustada y nerviosa, cuando me quise dar cuenta tenía la frente completamente empapada de sudor. Nunca me habría imaginado que el sentirme tan sola pudiese intimidar tanto. Y por lo que parecía, la soledad era un temible sentimiento al igual que doloroso. Hasta aquel momento había seguido los pasos de Tomás, para pasar después bajo sus órdenes, y empezaba a pensar que no podría verle nunca más, y al no tener nadie a quien seguir temía que me quedara allí para siempre. Sin saber qué hacer, esperé. Estuve sin hacer nada, mirando el espeso bosque esperando que Tomás emergiera de allí para saltar a sus brazos y llorar de alegría. Pero por mucho que esperaba todo seguía igual, nada cambiaba. Se iba oscureciendo el cielo, convirtiéndose en un tono rojizo, ya que por lo que pude comprobar, la luna era de ese color. La observé, viendo su perfecta forma esférica. Y así pasó el tiempo, mientras yo sólo observaba su hermosura, como hipnotizada por ella. Y por lo menos su efecto pareció ser ese. Los ojos comenzaron a cerrarse, mientras sólo conseguía ver aquella belleza en mi mente. Por mucho que intentara visualizar cualquier otra cosa me era imposible. Su forma esférica ocupaba toda mi mente.
Pasado un rato, entré en un profundo sueño, donde nítidamente podía ver como se desarrollaba una realidad paralela. En ella estaba con Tomás, ambos a lomos de nuestras monturas, Ghest y Klane, surcando los cielos de una ciudad totalmente modernizada. Los dragones sorteaban fácilmente todos los rascacielos, formando una especie de baile aéreo, tan bonito como cualquier función de otro tipo de baile. Y volaba, volviendo a sentir todo el viento en mi cara, las escamas del dragón clavándose en mis muslos, y su brillante piel de placas emitiendo un brillo rubí. Y ojalá todo aquello hubiera sido Así, pero el problema de la sensación de soledad me acechaba aún en aquella dimensión paralela. Con ello, los dragones, Tomás, y los edificios de toda aquella ciudad se desvanecieron.
Desperté de nuevo cerca de donde había cerrado los ojos, pero me sorprendió la cara de un niño cerca de mí. Me sobresalté y al irme a levantar nuestras dos cabezas chocaron, él emitió un pequeño rugido que parecía de animal, echándose hacia atrás. Descubrí que aquel impacto me había hecho mucho daño y mis manos instantáneamente se fueron a acariciar mi frente, el lugar de la colisión, que por lo que pude darme cuenta, había salido una especie de marca. Siguiéndola con los dedos, pude descubrir que se trataba de algo parecido a una estrella. Miré extrañada en derredor hasta encontrar al niño a pocos metros a mi derecha. Aún mareada por el impacto me incorporé y le observé, interesada en analizarle más con la vista.
Tenía unos cabellos dorados hasta su pequeña cintura, perfectamente peinados, lisos y brillantes, que le cubrían lo impecable y blanca piel de la mayoría de su cuerpo. Poseía una frente bonita y unos ojos grises y grandes, y unos labios finos y claros. La verdad es que no tenía muy claro si se trataba de un chico o de una chica. Pero él o ella me observaba sonriente, y al parecer sin ningún dolor en el sitio del golpe. 
Tímidamente se acercó a mí, y cuando estuvo cerca, pude observar como de su espalda sobresalían dos figuras de unas alas, perforándole la fina camisa blanca. Eran de un color negro azabache, que rompían la belleza de todo su cuerpo. 
Él ignorando mis miradas extrañadas e interesadas, se acercó de nuevo y con sus finas manos me apartó las mías de la frente. Se agachó lentamente hasta conseguir que sus labios me rozaran la estrella. Sentí un pequeño escozor y al volverme a tocar la frente no noté nada.
- No quiero que pagues el precio aún - dijo con una voz amable e infantil. - Eres necesaria todavía.
Se dio la vuelta dispuesta a marcharse, pero yo le agarré de la camisa y no le dejé.
- No te vayas - lloriqueé. Sus ojos grisáceos me miraron al principio indiferentes, aunque se fueron tornando en una mirada de pena por mí.
- He cumplido mi misión, debo volver. - Le miré tiernamente con los ojos acuosos, ya que no quería volver a sentirme sola, y de momento él o ella era la única compañía que tenía. Intenté transmitirle mi tristeza a través de la mirada, y para cuando me quise dar cuenta, estaba llorando. Me observó entristecida - Pero, ahora que lo pienso, podrías acompañarme.
Me quedé mirándole un momento, reflexionando sobre su respuesta. Irme con ella suponía dejar a Tomás, aunque en aquel momento no supiera donde se encontraba. ¿Realmente debía acompañarle y abandonar a Tomás? Me quedé pensativa, hasta que noté que la mano del crío me estiraba de la camiseta.
- Entonces, ¿me acompañarás? - dijo sonriente.
Su mirada me hizo olvidar todo lo demás, y me hizo pensar que no iba a abandonar a Tomás, ya que él era el que me había dejado tirada.
- Sí, voy contigo. - respondí con una sonrisa que me había contagiado.
Ella me cogió de la mano e hizo una pequeña inclinación de cabeza.
- Ydru. - y de nuevo me sonrió.
Yo no entendí lo que quiso decir, pero sin dudarlo me puse de pie en un salto y me dispuse a seguirle.

viernes

Historia de Eli - capítulo 4


               “De todo… a nada…” eso es lo único que pensaba Eli. Veía como su vida se había destruido en unos instantes. Había volado, junto con las cenizas que quedaban de Christian. Aquella existencia que había odiado hasta que conoció a aquel muchacho volvía a ser un sinsentido. Ya no sabía cómo seguir, ni con quién. No querías volver a estar sola, no le gustaba. Con Christian había descubierto la compañía, le había agradado su amistad, y dudaba que cualquier otra pudiese sustituir a su presencia.
            Y así pasaban los días, semanas, meses…
            Eli sólo notaba que se iba haciendo mayor, su cuerpo crecía, mientras repetía continuamente la rutina que le permitía vivir, aunque fuera sola. Dejó de ver espíritus tan a menudo, y cuando los veía, ignoraba sus peticiones. Ya, que desde aquel espíritu le aviso de la muerte de Christian, ya no quería que le avisaran de nada. Tampoco quiso relacionarse con nadie durante esos meses… simplemente, ya no quería ninguna compañía que no fuese la de Christian, por lo que huía de la compañía. También odiaba todo lo sucedido en aquella ciudad, así que, guardando sus pocas pertenencias de nuevo en una mochila de cuero viejo, salió de allí días después de lo ocurrido en la panadería. Había ahorrado lo poco que había podido y con ello  le había alcanzado para comprarse un billete de tren a Shelgär, una ciudad bastante poblada donde hacía tiempo, había conocido a una joven médium, que tenía el mismo don que ella. Pero aquel billete no lo consiguió hasta años después de lo ocurrido en el pueblo, por lo que tuvo que vivir en otro cerca de allí durante largos años.
            El pueblo donde se hospedó estaba situado cerca del gran río caudaloso que separaba Hoeng de Tleshmurth (cuya ciudad más importante era Shelgär) y sólo se podía cruzar mediante el tren, registrado siempre por los guardias de Tleshmurth, ya que ambos reinados solían tener bastantes confortaciones años atrás. Todo era debido a que los reyes de Hoeng y Tleshmurth eran ambos gemelos herederos de lo que antes era Hoemuth (la unión de Hoeng y Tleshmurth), pero corroídos por la avaricia, los dos quisieron poseer la corona, por lo que decidieron separarse y provocaban guerras para conseguir las tierras del otro.
            Eli había estado casi siempre en Tleshmurth, hasta que la médium de Sherlgär le habá comprado el billete para Hoeng, donde había permanecido hasta entonces.
            Pasó medio año en aquella ciudad cercana al río, donde trabajó ayudando a la panadera, que a su parecer era mucho más ruda que la señora Smith. Tenía poca experiencia en el tema, pero tantos días observando a la pareja Smith había dado su fruto, y Elvisa, la panadera local, se sorprendió de lo que sabía aquella niñita. Ella se esforzaba lo que podía para hacerlo lo mejor posible, e incluso se sorprendió de lo rápido que aprendía. Durante los dos primeros meses sólo ayudaba un poco a Elvisa en la cocina, amasando el pan, metiéndolo al horno y poniéndolo en las bandejas de metal, aunque le costaba bastante levantaras con lo que pesaban, atendía a los clientes. Más adelante empezó a trabajar por las mañanas en un pequeño negocio a la vuelta de la esquina de la pequeña habitación que tenía alquilada. Era una carnicería, y ella era la dependienta, por que el marido de Elvisa, que era el carnicero  y dueño del local, estaba enfermo y necesitaba ayuda para atender la tienda. Le pagaba poco, pero así conseguía ayudar a pagar la habitación, junto con el dinero que ganaba en la panadería. A ella no le molestaba estar tan ocupada, así podía distraerse y no pensar en nada de lo sucedido. No le importaba trabajar hasta que al llegar a la habitación quedara dormida del agotamiento, simplemente quería seguir viviendo, aunque  llevaba mucho tiempo sin saber cómo. Ni porqué. 

martes

Sueños... - Capítulo 6


Sentía como las escamas en forma de placas se movían debajo de mis piernas, ocasionando un dolor intenso porque las piernas se me estaban despellejando por la parte de las pantorrillas con cada movimiento de las alas de Ghest. Pero la verdad es que no le daba mucha importancia, ya que en aquel momento estaba disfrutando la sensación de surcar los cielos a lomos de aquel dragón rojizo, notando como mi pequeño cuerpo y su gran cuerpo carmesí luchaban entre las nubes contra el viento, notándolo en mi cara y en cada parte de mí. Podría haberme pasado días disfrutando d aquello, ya que era muy reconfortante y relajante.
Veía a lo lejos la sombra esmeralda del dragón de Tomás. Tenía cierta curiosidad por saber el nombre de aquella hermosa criatura. Temía lo que podía pasar si hablaba con la montura de otra persona con Ghest delante, y por lo que había supuesto, había que tener en contacto las cabezas de ambos interlocutores para poder hablar. Si el miedo que le tenía a Ghest ya era bastante, mayor era aquella curiosidad que me atraía como si fuese un imán y yo me tratase de un trozo de metal. Después de meditarlo un poco, decidí preguntárselo a Ghest. Él, como sabiendo lo que iba a hacer, dobló el cuello, para acercarse más a mi cuerpo. Me acerqué hacia delante y dije:
-Ghest, ¿cuál es el nombre de la montura de Tomás?
Él miro de reojo con sus ojos dorados y entonces estiró el cuello y replegó las alas.
<<Se llama Klane. Nos hemos quedado muy atrás, voy a acelerar, pégate a mi cuerpo todo lo que puedas>> Escuché dentro de mi cabeza. Por la voz, supuse que se trataba de Ghest.            
Haciendo caso a su orden, estiré las piernas hacia detrás y me agarré abrazando su cuello. De repente noté  una fuerte ola de viento azotando mi cara, con tal fuerza que  decidí apoyarla sobre el dragón para no hacerme daño. Cuando noté que el viento dejó de azotarme el cuerpo, me incorporé y miré en derredor, me sorprendí al ver a Klane y Tomás a nuestra derecha, tan cerca que parecía que las alas de ambas monturas se iban a chocar una con la del otro, pero no ocurría así. Descubrí, que aquellas criaturas mostraban mucha coordinación y habilidad para conseguir no chocarse sin necesidad de advertirse mutuamente.
De repente, ambas monturas, con una coordinación asombrosa, empezaron a descender a la vez, hasta que pude divisar un bosque frondoso extendiéndose por toda la llanura. En medio de la espesura de aquel bosque, había un pequeño claro, lo suficientemente pequeño como para que aquellos dragones no pudieran posarse.
Desmonté del lomo de Ghest, con los muslos dolidos. Habíamos aterrizado al lado de aquel bosque. Vi a Tomás cerca de Klane, haciendo una reverencia, tocarle el hocico escamado, e irse hacia el bosque. Klane observó como su jinete se perdía en la espesura, para luego abatir las alas y proferir un grito de despedida. Era un grito fuerte, pero no grave, como yo esperaba de aquella criatura.
<<Es una hembra>> Dijo Ghest con su profunda voz en mi cabeza <<Abundan poco en nuestra especie, ya que la mayoría de las crías nacen macho, pero por el color y el grito se nota claramente que no lo es. >>
Me mostré más interesada en las escamas de aquella criatura, notando su brillo esmeralda en cada una de ellas. Ghest me miró con gesto enfadado. Me acerqué a él y le acaricié el hocico de aquel color rubí precioso.
-Creo que me tengo que ir con Tomás – pronuncié lentamente con voz débil, cerca de la cabeza de Ghest.
<<Sí, lo sé>> dijo abatido.
Me alejé un momento para poder observarle desde algo más lejos. Tenía la cabeza agachada, y las alas recogidas junto a su lomo, aún así no perdía su elegancia.
<<Clara…>> Me llamó, yo le miré extrañada. <<Acércate, quiero hablar contigo>>
Hice caso de sus palabras y me puse en frente del dragón. Él no esperó y chocó su hocico contra mi frente.
De nuevo entré en aquella especie de dimensión donde sólo veía a Ghest. Él dio unas vueltas alrededor mío, y entonces se tumbó para tener la cabeza a la altura de mis ojos. Sentí como aquellos ojos dorados me miraban preocupados.
-¿Por qué… me has llamado? – pregunté tímidamente, ya que aún tumbado aquel dragón me profería mucho respeto.
-Verás… -pronunció con su voz grave – no es fácil de explicar. Pero, era para recordarte que éste no es tu mundo. Aquí soñar no es fácil, y mucho menos libre, lo descubrirás y me temo que aquel hombre que viaja contigo, no se preocupa precisamente por la consecuencia que atraemos. Realmente, puedes estar segura que cruzar la línea entre los mundos no es algo fácil. Aunque poseas ese don.
Le miraba atenta, aunque sus palabras me daban miedo. No sabía lo que decía con aquello, no le entendía nada. Pero decidí no molestarle con mis preguntas, aunque me intrigase la respuesta. Con un leve ruido, Ghest se arrancí una escama pequeña de la pata y me la dejó en el suelo.
-Guárdala. – Hice caso de su orden y la metí inmediatamente en el pantalón. De mientras, Ghest se incorporó y se acercó a mí, poniendo su boca cerca de mi oreja. –Quizá nos veamos.
Sentí una especie de golpe en la frente y sentí una fuerte brisa de viento. Para cuando me quise dar cuenta, Ghest volaba lejos de allí, junto al dragón esmeralda. Se perdieron en aquel mar de nubes…

viernes

El viaje (micro-cuento, o historia corta)




 
Luka se frotaba el pelo, mientras miraba al horizonte, una gran llanura se extendía frente a él. Azul y brillante. El mar.
Llevaba navegando unos cuantos días, y ahora mismo no sabía dónde se encontraba. Ni en qué costa, ni en qué país, ni en qué mar, no en qué océano. El agua era igual  en todas partes, según él, ya que, en todos los días que llevaba navegando no había notado ninguna diferencia. A veces llegó a pensar que simplemente no estaba en el mundo real.  Pero eso le hacía sentirse triste, no quería abandonar el mundo terrenal, ni el marítimo, por supuesto. Quería seguir navegando, hasta que llegase a tierra, y allí, poder fundar una familia. Partió al mar sin nada: ni familia, ni casa, ni dinero; y llegaría a tierra con lo mismo.
Se volvió a tocar el pelo, y la otra mano la posó en la explanada salada. El pequeño bote avanzaba lento, ya que su mano apenas notaba rozamiento, pero él seguía intentando llegar a tierra, no tenía prisa. Según él, en esa época todavía le cabían vivir nos cuarenta años más. Ya tenía veintiún años. No era un niño, ni adolescente, ni adulto, prefería llamarse a sí mismo “niño crecido”, o “semi-adulto” no le gustaba que le hicieran mayor, llamándole adulto. No quería crecer, sólo quería quedarse así para siempre.
Y así se quedó hasta el fin de sus días, un “niño crecido”, navegando lentamente en esa extensa llanura. El mar.