jueves

Sueños... - Capitulo 7


Miré hacia donde había perdido de vista a los dragones, pero ya no se veía nada, solamente las nubes espesas que cubrían aquel cielo. Me di la vuelta, decepcionada, aquel dragón había representado mucho para mí durante esas pocas horas, y aquella despedida me había hecho daño. Pero la sorpresa fue mayor al ver que cuando me di la vuelta no había nadie, ni un animal, ni Tomás, ni siquiera una figura, conseguía distinguir dentro de ese bosque. No parecía haber nada, sin embargo, los bosques solían estar llenos de ruidos y sonidos de animales, o del simple viento, eran todo lo contrario a aquel, en el cual no se oía el más mínimo ruido.
Notaba como el corazón se aceleraba cada vez más, ¿estaban todos planteándose dejarme sola en aquel extraño mundo? Estaba demasiado asustada y nerviosa, cuando me quise dar cuenta tenía la frente completamente empapada de sudor. Nunca me habría imaginado que el sentirme tan sola pudiese intimidar tanto. Y por lo que parecía, la soledad era un temible sentimiento al igual que doloroso. Hasta aquel momento había seguido los pasos de Tomás, para pasar después bajo sus órdenes, y empezaba a pensar que no podría verle nunca más, y al no tener nadie a quien seguir temía que me quedara allí para siempre. Sin saber qué hacer, esperé. Estuve sin hacer nada, mirando el espeso bosque esperando que Tomás emergiera de allí para saltar a sus brazos y llorar de alegría. Pero por mucho que esperaba todo seguía igual, nada cambiaba. Se iba oscureciendo el cielo, convirtiéndose en un tono rojizo, ya que por lo que pude comprobar, la luna era de ese color. La observé, viendo su perfecta forma esférica. Y así pasó el tiempo, mientras yo sólo observaba su hermosura, como hipnotizada por ella. Y por lo menos su efecto pareció ser ese. Los ojos comenzaron a cerrarse, mientras sólo conseguía ver aquella belleza en mi mente. Por mucho que intentara visualizar cualquier otra cosa me era imposible. Su forma esférica ocupaba toda mi mente.
Pasado un rato, entré en un profundo sueño, donde nítidamente podía ver como se desarrollaba una realidad paralela. En ella estaba con Tomás, ambos a lomos de nuestras monturas, Ghest y Klane, surcando los cielos de una ciudad totalmente modernizada. Los dragones sorteaban fácilmente todos los rascacielos, formando una especie de baile aéreo, tan bonito como cualquier función de otro tipo de baile. Y volaba, volviendo a sentir todo el viento en mi cara, las escamas del dragón clavándose en mis muslos, y su brillante piel de placas emitiendo un brillo rubí. Y ojalá todo aquello hubiera sido Así, pero el problema de la sensación de soledad me acechaba aún en aquella dimensión paralela. Con ello, los dragones, Tomás, y los edificios de toda aquella ciudad se desvanecieron.
Desperté de nuevo cerca de donde había cerrado los ojos, pero me sorprendió la cara de un niño cerca de mí. Me sobresalté y al irme a levantar nuestras dos cabezas chocaron, él emitió un pequeño rugido que parecía de animal, echándose hacia atrás. Descubrí que aquel impacto me había hecho mucho daño y mis manos instantáneamente se fueron a acariciar mi frente, el lugar de la colisión, que por lo que pude darme cuenta, había salido una especie de marca. Siguiéndola con los dedos, pude descubrir que se trataba de algo parecido a una estrella. Miré extrañada en derredor hasta encontrar al niño a pocos metros a mi derecha. Aún mareada por el impacto me incorporé y le observé, interesada en analizarle más con la vista.
Tenía unos cabellos dorados hasta su pequeña cintura, perfectamente peinados, lisos y brillantes, que le cubrían lo impecable y blanca piel de la mayoría de su cuerpo. Poseía una frente bonita y unos ojos grises y grandes, y unos labios finos y claros. La verdad es que no tenía muy claro si se trataba de un chico o de una chica. Pero él o ella me observaba sonriente, y al parecer sin ningún dolor en el sitio del golpe. 
Tímidamente se acercó a mí, y cuando estuvo cerca, pude observar como de su espalda sobresalían dos figuras de unas alas, perforándole la fina camisa blanca. Eran de un color negro azabache, que rompían la belleza de todo su cuerpo. 
Él ignorando mis miradas extrañadas e interesadas, se acercó de nuevo y con sus finas manos me apartó las mías de la frente. Se agachó lentamente hasta conseguir que sus labios me rozaran la estrella. Sentí un pequeño escozor y al volverme a tocar la frente no noté nada.
- No quiero que pagues el precio aún - dijo con una voz amable e infantil. - Eres necesaria todavía.
Se dio la vuelta dispuesta a marcharse, pero yo le agarré de la camisa y no le dejé.
- No te vayas - lloriqueé. Sus ojos grisáceos me miraron al principio indiferentes, aunque se fueron tornando en una mirada de pena por mí.
- He cumplido mi misión, debo volver. - Le miré tiernamente con los ojos acuosos, ya que no quería volver a sentirme sola, y de momento él o ella era la única compañía que tenía. Intenté transmitirle mi tristeza a través de la mirada, y para cuando me quise dar cuenta, estaba llorando. Me observó entristecida - Pero, ahora que lo pienso, podrías acompañarme.
Me quedé mirándole un momento, reflexionando sobre su respuesta. Irme con ella suponía dejar a Tomás, aunque en aquel momento no supiera donde se encontraba. ¿Realmente debía acompañarle y abandonar a Tomás? Me quedé pensativa, hasta que noté que la mano del crío me estiraba de la camiseta.
- Entonces, ¿me acompañarás? - dijo sonriente.
Su mirada me hizo olvidar todo lo demás, y me hizo pensar que no iba a abandonar a Tomás, ya que él era el que me había dejado tirada.
- Sí, voy contigo. - respondí con una sonrisa que me había contagiado.
Ella me cogió de la mano e hizo una pequeña inclinación de cabeza.
- Ydru. - y de nuevo me sonrió.
Yo no entendí lo que quiso decir, pero sin dudarlo me puse de pie en un salto y me dispuse a seguirle.

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