sábado

Sin nombre :D - Parte 1


 <<Oscuridad no hay más que oscuridad. No sé quién soy, ni dónde estoy. Tengo demasiadas preguntas en mi cabeza... ¿por qué no puedo recordar nada?>>
El chico abrió los ojos. No merecía la pena ni siquiera dormir. En aquel lugar todo estaba oscuro y olía a humedad, el olor se le metía hasta el cerebro molestándole. Estaba confuso, apenas llevaba consciente tres días desde que perdió la memoria; tenía suficientes días y motivos para encontrarse asustado.
Al despertar, días antes, casi se dio de bruces con los barrotes de la celda en la que le habían encerrado y encadenado. Había intentado buscar una salida, pero siempre se encontraba con las mismas paredes, las mismas barras de hierro de la puerta...siempre lo mismo. Aquellas condiciones eran inhumanas, y la comida era escasa.
No sabía por qué estaba allí, pero no intuía nada bueno. Y para empeorar las cosas, todos sus interrogantes le daban vueltas en la cabeza y le hacían sufrir incluso más que las condiciones en las que estaba.
Se puso de pie y estiró los músculos adormecidos. No lograba acordarse de ningún momento de su vida, sólo podía recordar esos tres días y las cosas cotidianas. Volvió a recorrer con la vista aquel lugar, cada vez lo odiaba más, no le gustaba estar encerrado. << Ni a nadie supongo…maldita sea. Tengo que pensar claro...tengo que salir de aquí. >>.
De repente oyó pasos que resonaban con el eco a su izquierda. Se acercó a la puerta, no pudo ver quién había pero sintió la evidente presencia de la persona que se encontraba al otro lado de la verja. El chico se echó hacia atrás, le daban escalofríos tanto aquellas personas como aquel lugar. Un sonido de llaves acompañó a un chirriante sonido de la puerta al abrirse y sin oír una sola palabra un cuenco con algo que parecía estofado se estrelló contra el suelo, como veces anteriores. Por suerte con el agua había tenido algo de piedad y había depositado suavemente una botellita de cristal con traslucida agua dentro. Por lo menos eso significaba que lo querían vivo, o medio vivo.
Apenas pudo ver quién era el que le había traído esta vez la "comida". Oyó otra vez el sonido de las llaves y la puerta cerrarse.
El chico volvió a agarrase a la puerta intentando no pisar la comida esparramada por el suelo y se quedó mirando a la nada. Oyendo de fondo la risa gutural de aquel hombre mientras se alejaba por el pasillo. Más le valía escapar.
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Nina miraba fijamente el escaparate de la vieja librería, bueno, más bien miraba el precioso libro sobre el Mundo Antiguo que vendían. A ella le gustaban mucho los libros de la antigüedad, sumergirse en lo que fue el mundo del pasado así como , pero debajo de aquel maravilloso libro encuadernado en terciopelo, un cartelito pedía a cambio diecisiete mil monedas de oro.
-Uff..., no tengo tanto -dejó caer la cabeza, resignada, y algunos mechones dorados le cayeron a la cara al hacer este gesto.
Nina se planteó por unos segundos la posibilidad de robarlo, pero enseguida desechó la idea porque precisamente esa ciudad estaba muy vigilada. Había soldados apostados en diferentes sitios estratégicos, ya que era una de las ciudades más importantes del país y debía estar protegida.
Mientras Nina cavilaba, una esquina más allá de la salida de la ciudad, donde ella se encontraba, un chico de pelo cobrizo corría intentando deshacerse de sus perseguidores; dos hombres musculosos, aunque uno era más alto y más delgado que el otro, los dos coincidían en la misma cara de mal despertar.
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<<Corre, corre, corre...no puedes dejar que te atrapen otra vez...a saber que te harían>>Si le atrapaban, le volverían a llevar a aquel lugar. Ya estaba llegando a una de las salidas, pero un soldado se le cruzó en su apurada carrera.
                                         
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Nina giró la cabeza. Parecía que alguien estaba alborotando la transitada calle. Había mucha gente alrededor de la escena pero a cierta distancia.
Dejó el escaparate y se acercó al origen del barullo, tuvo que esquivar mucha gente, pero al final logró situarse en la primera fila.
La escena era la siguiente: había un chico de pelo cobrizo y alborotado, de más o menos su edad, en el medio que miraba a sus perseguidores con sus fieros ojos grises. Delante de él un soldado con una lanza le cortaba el paso y detrás dos hombres, que a Nina se le antojaron muy grotescos en comparación con el muchacho, se iban acercando poco a poco a él.
Nina miró al chico preguntándose qué habría hecho para meterse en un lío como aquel.
Aunque la situación era ciertamente complicada, el muchacho lucía un rostro sereno y tranquilo, como si estuviese dominando la situación, aún siendo. En realidad, de al revés.
Por algún extraño motivo los ojos de Nina se cruzaron con aquellos profundos ojos grises que parecían no tener iris. Aquella mirada dejaba entrever un mensaje de ayuda a aquel que la estaba viendo. Pero a Nina, sin embargo, le daba miedo involucrarse así que salió de allí y se fue corriendo calle abajo.
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 Al chico le desconcertó aquella repentina huida de la chica de la multitud con la que se habían cruzado sus ojos. << ¿Qué habré hecho?>>.Más soldados habían acudido, pero uno de los dos tipos que le perseguían, el más bajo ya había sacado unos grilletes y sin darle tiempo a reaccionar se los estaban poniendo en las manos. Él se revolvió intentando liberarse, pero los grilletes eran demasiado fuertes.
El capitán de los soldados, un hombre moreno con bigote se acercó al más alto de los dos hombres y empezaron a discutir sobre el prisionero. Éste que ahora estaba custodiado por unos soldados, en un último intento por escapar golpeó con la cabeza al soldado que tenía delante y echó a correr. Pero no llegó muy lejos porque el hombre bajo que le había puesto los grilletes le tiró una lanza sin punta con tanta puntería a los pies que tropezó y acto seguido cayó al suelo.
El chico, que se había golpeado el costado, se sentó tosiendo, justo para ver como la punta de una bota le golpeaba la cara.
-Aggh... ¡casi me rompes la cara, idiota!-gritó palpándose la herida de la cabeza. El hombre lo agarró de la camiseta y se lo acercó a la cara, intimidándole.
-Esto será lo menos que te haremos, más te vale no volverlo a intentar-Le tiró a un lado. El chico pudo ver como se deslizaba un líquido carmesí por su cara.
El hombre explicó las razones por las cuales se debía mantener al muchacho prisionero. Se hizo un silencio, el capitán meditaba las opciones con paciencia y optó que ya que se le presentaba la oportunidad iría en busca de respuestas.
-En ese caso...nos quedaremos con su custodia-el capitán dio media vuelta y pasó al lado del chico cogiéndolo por un brazo, obligándole a ponerse de pie. El muchacho resignado, siguió al capitán. Los dos hombres se quedaron con los puños apretados en medio de la calle, frustrados por haber perdido una pieza tan valiosa.
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Cada vez que intentaba olvidarla, la imagen de esos profundos ojos agonizantes le volvía a la mente. Se sentía culpable por algo que ni siquiera entendía, quizá el hecho de haber ignorado esa petición de ayuda de su mirada. Aún así, no era motivo para sentirse obligada a ayudarle. Podía ser que en realidad quisiera hacerlo.
Desde allí se podía contemplar toda la ciudad, era de esperar viniendo de una de las altas torres de la muralla de Ern-sa, la segunda ciudad más importante de Nazga después de la capital.
Nina se había sentado en el grueso marco de una de las ventanas de la torre y contemplaba ensimismada la gran ciudad, que ahora se tornaba de color naranja ante la puesta de sol. Le gustaba subirse en lugares altos, y a aquella torre había subido miles de veces cuando era niña- su familia vivió un tiempo en la ciudad-.
 Pronto sería de noche y cerrarían las puertas de la muralla. Estaba prohibido estar en las torres así que se desprendió de la ventana y bajó las escaleras de la torre antes de que subieran los soldados para activar el mecanismo de cierre. Ya en la calle empezó a andar dirigiéndose al hostal donde pasaría la noche, preguntándose qué habría pasado con aquel muchacho.
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-Te lo volveré a preguntar, ¿sabes qué es esto?-El capitán señalaba insistente una y otra vez la marca de una luna con unos picos alrededor que tenía en la mano izquierda.
-Ya te he dicho que no lo sé.
-No me mientas chaval, esta es una marca que tienen todos los nacidos del clan prohibido.-El chico miraba al capitán sin entender nada.-El rey prohibió su existencia debido a su peligrosidad, a si que tenemos todo el derecho a exterminarte, pero no lo haremos todavía. Te quedarás aquí agonizante hasta que nos cuentes todo lo que sabes-El capitán salió de la celda y cerró la puerta, después, desapareció por el oscuro pasillo.
Vuelta a empezar, había acabado igual que como estaba antes, o incluso peor. Se levantó palpándose la herida de la cabeza, había dejado de sangrar. Miró a su alrededor, todo estaba muy oscuro y no se distinguía nada, solo unos pequeños rayos de luz de luna entraban por una pequeña ventana de una pared, se acercó a ella. Agarró los barrotes y tiró, pero no obtuvo ningún resultado. <<Pues vaya...en fin, era de esperar. Sigo sin entender nada. El clan prohibido...>>.
El ruido de unas pisadas en la calle interrumpió sus pensamientos. De repente dos botas salidas de la nada aparecieron enfrente de los barrotes de la ventana, ¿quién sería?
La persona que estaba fuera se agachó hasta que su cara quedó a la altura de la ventana. El chico se sorprendió al reconocer la cara de la chica que esa mañana había huido ante sus ojos. Ella sonrió al ver su cara de estupefacción.
-Hola.
-Eh...Ho...hola, ¿qué haces tú aquí?
-¿No es evidente?-contempló el rostro del muchacho y supuso que para él ya nada era evidente-He venido a ayudarte a salir de aquí.
-¿Crees que deberías ayudarme? ¿Qué pasa si resulto ser peligroso? y sobre todo, ¿por qué lo harías?
-Hablas demasiado-dijo ella sonriendo.- Apártate un poco de la ventana, necesito coger esto de aquí.
Pasó una cuerda que sacó de una bolsa por todos los barrotes y la volvió a coger. Dejó la cuerda en el suelo y cogió una daga con la que picó un poco la piedra de todas las esquinas de la ventana. Después juntó los extremos de la cuerda y empezó a retorcerlos. Siguió hasta que los barrotes y el marco entero, de repente salieron girando hacia un lado.
-Bien-dijo Nina.- sigamos, debemos darnos prisa los centinelas ya deberían haber oído el ruido.-Estiró las manos hacia él-dame los brazos, te ayudaré a subir.
El chico le dio sus brazos y a la vez que ella tiraba él se impulsó con las piernas y logró salir por la ventana
A lo lejos se oían los pasos y las voces de los centinelas de la cárcel acercándose.
-Por cierto, me llamo Nina-dijo mientras con una ganzúa le quitaba los grilletes de las manos.
-Yo...no me acuerdo de mi nombre, he perdido la memoria.
-Vaya, lo siento.
-Da igual -Nina acabó de quitarle los grilletes- vámonos.
-Sí, sígueme-Ella se metió por un callejón y el chico le siguió, atento para no perderse.
Giraron unas cuantas veces hasta que por fin llegaron a una de las salidas de la ciudad, aunque el problema que se les presentaba ahora era cómo iban a abrir la puerta de la muralla.
-¿Cómo vamos a...?
-Tranquilo, tú sígueme-le cortó ella.
Acto seguido se acercó sigilosamente a una de las torres y entró dentro. Él hizo lo mismo y subieron rápidamente todas las escaleras de la torre. Cuando estuvieron arriba del todo Nina se subió al borde de una de las ventanas y saltó.
-¡Espera!
El chico pensó que se había vuelto loca, pero cuando se asomó por la ventana comprendió que la torre era más alta que la muralla y que por lo tanto Nina había saltado al pasillo que había en la muralla.
-Vamos, a que esperas -le apremió ella en voz baja- ¡salta!
Él hizo lo que le ordenaba, saltó por la ventana de la torre y aterrizó rodando para no dañarse las piernas.
-Ya solo queda ese salto y ya estamos fuera.
Nina señalaba la distancia que quedaba entre la muralla y el suelo cubierto de hierba seca, que era debido al tremendo calor que hacía en verano.
El muchacho se armó de valor y saltó seguido por Nina que hizo lo propio.
Cuando estuvieron en el suelo corrieron y se alejaron de la ciudad.
El chico miraba el horizonte, pensativo. Nina se puso a su lado.
-¿Qué piensas hacer ahora?-él la miró todavía atontado.
-¿Mmm? No lo sé, supongo que buscaré pistas para averiguar mi identidad.-Nina asintió, comprendiendo que era lo más lógico que podía hacer en su situación. <<Buscaré información sobre el clan prohibido...>>repitió él para sí.
-Pues, ¿sabes qué?- el chico la miró por el rabillo del ojo intentando adivinar lo que iba a decir. Ella se puso de pie y le sonrió- Me voy contigo.

Historia de Eli - Capitulo 3


                  Christian notó como sus ojos se iban cerrando. El dolor era excesivo como para poder aguantarlo durante mucho tiempo, sus piernas no podía moverlas, y sin embargo las notaba, pesadas, debajo de aquel pilar de escombros.
            Él ya no pensaba en nada, ni en cómo o dónde estarían los señores Smith, que antes le preocupaba tanto, o en dónde estaba Eli. Ya que él la sentía, sentía que estaba cerca, sonriéndole. Y para él eso era lo único que importaba ahora.
***
            Eli corría en dirección a la columna de humo, sin pararse a pensar ni por un momento, por qué aquel espíritu se preocupaba tanto por ella. Solo corría, aunque en incontables ocasiones se caía, siempre lograba levantarse de nuevo, sacudir con sus manos cubiertas de aquellos guates  sus rodillas, y seguía corriendo.
            En un momento, aquel espíritu cabreado, se puso en su camino, y Eli, sin verlo, lo atravesó, lo que hizo que se le parara el corazón unos segundos, sintiera un escalofrío, y tropezara. Se intentó levantar, pero sus brazos tambaleaban, y su corazón se precipitaba demasiado.
            -Ahora me escucharás, supongo – pronunció aquel espectro, con su voz grave característica
            Eli volvió a intentar levantarse sin resultado.
            -¿Qué me has hecho? – Se quejó la niña-¿por qué no me reacciona el cuerpo?
            - ¿Yo? Nada – rió el espíritu – has sido tú la que me has atravesado
            -¿Atravesarte? ¿Puedo hacer eso?
            -Sí. Ya lo has visto, pero también ves las consecuencias, ¿no?
            -Pero, ¿qué ha pasado?
            -Nada, estas son las consecuencias de estar entre dos mundos, el terrenal y el espiritual. Eso te pasa por existir, Eli.
            Eli abrió los ojos de golpe, y sin que ella se diera cuenta, empezó a llorar.
            -Si… Si yo no existiera, todo estaría mejor, según tú. – siguió intentando levantarse, incluso con la sangre que le salía de todas las magulladuras que  se había hecho en las caídas – Pero no… Yo no lo aceptaré, seguiré viviendo, por mucho que a vosotros no os guste. Por mí, y por él. – Se levantó del todo, se arregló el vestido, y siguió corriendo, dejando a aquel espíritu absorto detrás.
            Las piernas le dolían cada vez más, pero ella ignoraba aquel dolor. Llegaría a donde Christian pasase lo que le pasase. Cuando llegó, sólo encontró las ruinas de lo que antes había sido la tienda de su querida señora Smith. Se acercó tímidamente a esos escombros, entonces, descubrió el cuerpo ensangrentado de Christian, y temblando empezó a retirar los escombros situados encima de sus piernas a toda prisa, cuando uno de los trozos de madera se cayó encima del estómago de éste y escuchó un tosido como respuesta.
            -Chris…- se acercó a la cara del muchacho, y la limpió con sus guantes, que acabaron sucios de sangre.
            -Eli…- pronunció débilmente el muchacho, intentando abrir los ojos. Pero estos cada vez se cerraban más y más. – No vale la pena… Deja los escombros… Todo está perdido…
            -¡No! – gritó la chiquilla con la cara llena de lágrimas retirando más piedras y maderas que se acumulaban sobre el cuerpo del muchacho.
            - Tengo… mucho sueño… Eli…
            -No…-la niña miró al muchacho, pero lo veía muy borroso por sus ojos mojados.- Christian, no te duermas… Yo sigo aquí, y te sacaré…
            -Eli… - el muchacho levantó un brazo con esfuerzo y agarró a Eli del cuello, cubierto por el pelo.
            En este caso, la niña no se molestó en alejarle de su cuerpo, pero se arrepintió cuando el muchacho le acercó la cara a la suya, y con sus ensangrentados labios, besó a la chica.
            Eli se mantuvo un momento sin saber qué hacer, hasta que se dio cuenta, y dio un salto hacia atrás, para ver cómo aquel muchacho le sonreía… y se convertía en polvo.
            Se mantuvo… balbuceando su nombre, acercándose lentamente al polvo que se esparcía en el lugar en el que antes había permanecido él.
            Un soplo de viento se llevó poco a poco lo que quedaba de Christian, sin dejar ningún rastro de él. La chica permaneció allí, parada, sólo pudiendo susurrar su nombre entre sollozos con los ojos fijos en aquel lugar, dónde había permanecido la única persona que le importaba en ese momento.

miércoles

Sueños... - Capitulo 5


Me quedé observándole durante un largo rato. El decía que yo había ocasionado una grieta, pero, ¿cómo la había creado? ¿Con una grieta a qué se refería? ¿Qué podía ocasionar la supuesta grieta?
Tomás comenzó a andar. Su paso era firme, y sin embargo, yo no podía dejar de tambalearme. Habían dicho demasiadas cosas en un mismo momento, todo había cambiado demasiado. Ya no sabía cómo continuar. Él me había dicho que tenía que salvarles, pero no sabía cómo. Me levanté tambaleante.
Él se acercó a mí, se puso delante de mí, y me dio capirotazo en la frente y entonces noté un mareo, y mi mente se durmió. Cuando volví a despertar, me encontraba dentro del cuerpo de mi “yo futura”.
-Así te sentirás más cómoda.
Yo empecé a mover todas las articulaciones, me sentía muy extraña, era como apropiarse de otro cuerpo. En cierto sentido creo que me sentía una ladrona, como si aquel cuerpo, aun siendo la misma persona, fuera completamente distinto. 
-Quizá tengas algunos disturbios al principio.
Le miré extrañada, sin embargo, me entraron náuseas y me caí al suelo sin casi darme cuenta. Al poco rato mis articulaciones empezaron a escocer y mi piel parecía que se quemaba, sin darme cuenta vomité. 
Estuve un largo rato sufriendo, quejándome de dolores por todo mi cuerpo, deseando la muerte más que nada. Sin embargo, veía como Tomás me miraba indiferente, sin ningún tipo de sentimiento de pena hacia mí, mientras me retorcía de dolor frente a sus ojos. 
Después de un tiempo, mi cuerpo volvió a la normalidad, sin ningún dolor. Me incorporé mientras con una mano me acariciaba mi cabeza. Miré a Tomás de nuevo, pero el no me dirigía ninguna mirada, estaba ausente, mirando a lo lejos. Seguí el rumbo de su fija mirada y pude divisar un bosque a lo lejos. 
-Convoca algo pueda servirnos de medio de transporte - dijo él sin mirarme siquiera.
-¿Que haga el qué? - pregunte cada vez más extrañada.
-Que invoques algo.
-¿Cómo? - estaba cada vez más segura de que era todo una broma, pero decidí seguirle el juego.
-Piensa en algo, en lo que sea, y chasca los dedos.
Empecé a pensar en cualquier objeto que pudiera servir de transporte, pero estaba segura de que no sabría conducirlo. Entonces se me ocurrió pensar en algo que siempre me había fascinado: la mitología. Y si en verdad eso era un mundo paralelo, o lo que quería que fuese aquello, estaba convencida de que funcionaría.
Entonces miré a Tomás, y con una sonrisa, chasqué los dedos mientras observaba como él se pasaba una mano por la cara. 
Para mi sorpresa, muy cerca de nosotros dos, aparecieron dos criaturas, tales y como las había imaginado: unas fornidas patas, un lomo musculoso, dos alas a los costados, una larga cola y una cabeza grande unida al cuerpo por un robusto cuello. Dos dragones. 
Tenían el cuerpo recubierto de unas escamas brillantes que hacían que parecieran aún más gloriosos. Uno de ellos, un poco más pequeño que el otro, era de un color rojo sangre y brillante, por lo que parecía más temible observar sus grandes ojos dorados. El otro, un poco más fuerte, tenía las escamas esmeraldas, y las alas color ambar, con lo que era muy bello.
Me quedé observándoles durante unos segundos, hasta que noté la fría mirada del rojo, que hizo que apartara la vista y mirase a Tomás. Éste me miró con gesto cabreado y dio un paso al frente.
Se puso delante del dragón verde, he hizo una reverencia.
-Mi nombre es Tomás. 
El dragón verde meneó  la cabeza en gesto afirmativo y la acercó al hombre. Éste, sin mostrar el menor signo de miedo, se quedó quieto, hasta que la boca de la criatura tocó su frente. Se quedó unos instantes así. Y entonces el dragón dio unos pasos atrás e hizo un gesto parecido a una reverencia. Tomás me miró.
-Esta es la presentación necesaria para poder montar en sus lomos. Repite mis acciones con tu dragón-el chico empezó a acariciar a la criatura por el cuello, sin temor alguno.
Yo miré al dragón rojo, y vi como unos dientes afilados sobresalían por debajo de lo que serían sus labios. Notaba cada vez los latidos de mi corazón más rápidos y violentos por el miedo. Pero, pensaba que si Tomás lo había conseguido, yo también lo conseguiría, así que me trague el miedo y me arrodillé a modo de reverencia. Vi cómo el dragón rojo me miraba fijamente, pero no sabría decir si lo hacía con ira, o estaba alegre.
-Me llamo Clara - pronuncie con voz firme, aunque me arrepentí momentos después, cuando bajo la firme mirada de la criatura, esta asintió y se acercó a mí. 
En un instante, cerré los ojos, mientras notaba su aliento rozándome la cara. Era un aire ardiente, que en cierto momento empezó a molestarme, pero reprimí las ganas de alejarme y noté como aquel hocico me tocó la frente. En aquel momento noté un parón en mi corazón y cuando abrí los ojos no veía nada más que al dragón.
-¿Por qué me temes, muchacha? - Pronunció con una voz grave que hizo temblar todo mi cuerpo.
Aguanté las ganas de chillar de miedo, y después de pensar un momento con los ojos cerrados, los abrí súbitamente y me enfrenté a la mirada dorada del dragón.
-No te tengo miedo.
El reptil emitió un sonido parecido a una risa, con los ojos cerrados.
-Me gusta tu coraje, chica. -me sonrojé un poco, sin darme cuenta de la situación en la que me encontraba - Bien - sentenció firmemente- Clara, mi nombre es Ghest, y a partir de ahora, seré tu montura.
No pude contener una sonrisa mientras miraba a esa criatura.
Salí de aquella ensoñación y observé como Ghest hacía un reverencia en frente mío. Sonreí de nuevo y me acerqué, para acariciarle la cabeza. 
Noté la mirada de Tomás, seguida de un gesto afirmativo por su parte.
-Ahora sube a su lomo - dijo él, ya encima del dragón esmeralda.
Observé a Ghest, agachado para que me fuera más fácil subirme a su espalda. Puse mi pie sobre la articulación de su pata, usándola cual estribo, y subí a su lomo. Era una sensación extraña, pero me reconfortaba saber que aquella criatura no era ninguna cualquiera, sino Ghest, un dragón al cual ya le tenía algo de cariño.

domingo

Sueños... - Capitulo 4 (Continuación)

Mi yo futuro estaba en una tierra llana. No había nada. Estaba absolutamente vacío. Miró en derredor. No alcanzaba a ver nada. Sólo una clara niebla espesa, presente en toda la extensa llanura. Dio unos pasos. La situación era igual a la anterior. Sus pies descalzos se empapaban con el rocío de la hierba por la que andaba. Prosiguió caminando hasta que llegó a una especie de barranco. Se colocó en a punta del precipicio para observar el paraje donde se encontraba. El susto de ver lo que vio abajo, fue tan grande, que al dar unos pasos hacia atrás, resbaló con una roca mojada y si aquel brazo no la hubiera agarrado firmemente subido de nuevo, se hubiese caído al vacío.
-Gracias – pronuncié en aquel sueño. Pero, extrañamente, aquella “yo del futuro” lo dijo a mi vez. Normalmente, lo que yo pensara no influía en los sueños, pero aquella vez sí, y me extrañaba mucho. Por eso, lo probé de nuevo. - ¿Dónde estamos? – Y mi confusión aumentó al ver que lo decía a la vez que yo.
-Sabes muy bien dónde estamos – respondió él.
Lo miré detenidamente y me sorprendí al ver que sabía quién era. Tomás.
-¿Tomás?- Pregunté, sin darme cuenta que mi “yo futura” lo repetía.
-¿Si?
Lo sabía. Era él. Definitivamente lo sabía, aunque no le conociera en persona, había acabado conociéndole. Era verle, y sentir que mi corazón latía más rápidamente.
-¿Dónde estamos? – Dije sin darme cuenta que lo acababa de preguntar. Me puse roja, pensando que en ese momento él pensaría que sería estúpida. Y otra vez, me volví a sorprender de que mi “yo futuro” también se sonrojó.
Cuando estaba en un sueño, normalmente, era como si yo me colocara detrás de mi “yo futuro” como espectadora, sin poder influir en lo que ella hacía, o decía. Pero en ese caso, era como un videojuego, en el que yo con un mando controlara a mi “yo futura” desde fuera. Y me era muy extraño.
-Ya sabes la respuesta – repitió él.
-No… no la sé – tartamudeé. Realmente no lo sabía. Nunca había estado allí. Bueno, quizá mi “yo futura” si que había estado, pero yo no. Por lo que me extrañaba esa respuesta.
-Sí que la sabes. Estas soñando, el futuro, viéndome desde el pasado, ¿verdad?- preguntó sin alterar su serio gesto.
Me sorprendí aún más que lo que ya estaba.
-Claro que lo sé, no hace falta que me preguntes por qué lo sé – dijo él.
Parecía que daba por hecho que lo sabía todo, pero en realidad yo no me estaba enterando de nada.
-No te extrañes, esto es el futuro, aunque no lo sepas, ha sucedido, sucederá algo que para nosotros ha sucedido pero tú no sabes que ha pasado. Es un poco lioso, pero tú tranquila, que no pasara nada… Si detenemos esto, no pasará nada.
-¿Esto? – pregunté más extrañada aún.
-Sí. Esto.
-¿Qué es “esto”?
-Ya lo sabes- dijo frunciendo el ceño
Yo cada vez estaba más nerviosa, era como hablar con las paredes, repetía una y otra vez la misma cosa.
-Ya lo entenderás todo. Todo a su tiempo.
Pero en ese momento no compendia nada. De todas formas, parecía como si él me estuviera leyendo lo que en ese momento pensaba yo.
-Sí que lo hago. Ya te lo dije. Lo comprenderás todo a su tiempo.
-Un momento, ¿me estás leyendo los pensamientos?
-Sí, aunque ahora tienes tal cacao en la cabeza que no sé exactamente cuantas preguntas quieres hacerme.
-Pero…
-Ya te lo he dicho, lo entenderás todo a su tiempo, ahora tienes que intentar salvar a todos.
-¿Salvarlos? ¿De qué?
-De la fisura. De la fisura de los mundos que has ocasionado.
-¿Yo?
-Sí, por tu culpa se ha creado una fisura, entre el mundo de los sueños, y el real.
-¿Pero yo que he hecho?
-Soñar la realidad

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Ya sé que dije que no continuaría esta historia, pero debo decir que gracias a Paula, me dieron ganas de continuar escribiéndola, a los demás que lo leais, que recordeis que es gracias a ella.
Gracias, Paula.

Historia de Eli - Capitulo 2



Los pequeños pasos de Elisabeth resonaban por toda la calle. Había poca gente, y la que había se quedaba mirándole fijamente, ya que veían a aquella niñita vestida con ropa vieja, corriendo por la calle con la cara cubierta de lágrimas. Y es que nadie podía ni siquiera imaginarse, que a  aquella muchacha, un espíritu le había avisado de que una cosa terrible iba a suceder. Y sí, un espíritu errante. El alma de una persona muerta que permanecía en el 'mundo vivo' porque no quería separarse de algo o alguien. Eli no conocía a nadie más que tuviera ese don, que pudiera oír y ver en ocasiones a los espíritus errantes. Pero ella podía, y aquello era lo que le hacía especial, pero estaba asustada. Había salido huyendo porque uno de ellos, que seguía a Christian le había avisado de una terrible noticia.
-Muchacha...-había pronunciado con aquella voz lejana, característica de los espíritus errantes- Aléjate del chico... aléjate de él... Christian... Si no, morirá por tu culpa...-Ella se había tapado los oídos, intentando huir de esa voz
-¡Déjame! ¡Cállate! –Había  susurrado -Yo no le haría nunca nada...
-No será culpa tuya... Pero lo acabarás matando...
-¡No!- Había gritado, mientras salía corriendo hacía aquellos callejones.
En aquel momento quería huir, era lo único que tenía en mente, no quería ver a Christian. Él ocupaba siempre su mente, pero al pensar ahora en él, le venía a la mente lo que había dicho aquel espíritu. Por eso le surgieron las lágrimas.
Pasó por la plaza del pozo. Allí había sido el primer lugar donde había visto a Christian. Se acordaba de ello como si hubiera pasado al día anterior, pero si se ponía a contar ya eran 2 años juntos…

            Ella paseaba tímidamente por aquel pueblo para ella desconocido. Tenía únicamente ocho años en ese momento, pero se las apañaba para conseguir algunas monedas o algo que llevarse a la boca.
            Pero hacía unos días que había estado caminando y había llegado a parar a ese pueblucho medio desierto. Desde que había empezado a avistar casas en el camino, no se había topado con ninguna persona, sólo con un pequeño pastor que llevaba sus ovejas al prado para que pastaran, que la miro de reojo. Era invierno, pero  aquella muchacha no iba con ningún abrigo… llevaba una simple camisa medio desabrochada y rota, con unos pantalones sucios y con muchas aberturas, y unos guantes muy largos, que abarcaban hasta los hombros de la chiquilla, casi sin rasguños. Quizás aquella mirada fue por la poco vestimenta que llevaba en pleno invierno. Pero ella ignoraba aquellas miradass que solía encontrarse muy a menudo ya que a ella no le importaba verse mal, ni que lo que los demás pensaran de ella.
            Entonces es cuando llego a la plaza del pozo. Donde se solían concentrar las gentes de los pueblos, Pero aquel pueblo era diferente, no había ni una persona en la plaza.
            Eli estaba agotada, y quería algo para comer o beber. Cuando vio el pozo, dio unos pasos rápidos hacia la abertura y cogió la polea para subir el cubo. Subió poco a poco y cuando llegó el cubo arriba, lleno de agua, se le iluminaron los ojos. Apoyó el balde en la pared que bordeaba el agujero del pozo y rebuscó en su pequeño bolso hasta hallar un pequeño cazo de madera que siempre levaba consigo. Hundió el cazo en el balde y bebió el agua.
            -No deberías beber de esa agua, está muy sucia – dijo una voz, detrás de ella.
            Eli se dio una vuelta bruscamente, de tal forma que con su espalda golpeó el balde, que cayó de nuevo al pozo con un estruendo.
            -No deberías alarmarte tanto – rió el muchacho que se paraba delante de ella – Era solo una broma- dijo con una sonrisa burlona
            -No me gustan las bromas – dijo ella enfadada -  y tampoco me gusta que me digan lo que no debo hacer.
            Se dio de nuevo la vuelta y recogió el cazo, que afortunadamente no se había caído dentro del pozo, y lo guardó de nuevo. Empezó a caminar lejos de allí. Pero el chico  se interpuso en su camino
            -No eres de por aquí, ¿de dónde vienes?
            -De ningún sitio – Respondió enfadada – Tampoco me gusta…
            -Pero, entonces, ¿qué te gusta? -  le cortó el muchacho con una sonrisa. La chica le miró fijamente, ¿por qué a aquel niño le importaba tanto ella? - ¿Te gustan los panes recién hechos?
            Eli le miró con los ojos iluminados mientras su tripa comenzó a rugir.
            -Veo que sí – el muchacho movió la cabeza en gesto afirmativo cuando oyó la tripa de aquella niña – Ven conmigo – Comenzó a caminar por una de esas calles, asegurándose que la chica le seguía.
            No tardaron mucho en llegar a un edificio de piedra, bastante nuevo, con un techo de madera oscura. El chico  dio fuertes golpes a la puerta, esperando que luego alguien la abriera. De ella, salió un señor viejo y menudo, con una calva incipiente, y con bastantes arrugas en el rostro, ojos caídos y oscuros. Miro fijamente al niño y se dio la vuelta.
            -Ya sabes la respuesta –refunfuño el anciano
            -Pero… - balbuceó el chico
            Eli tembló un poco, pero se acercó a la puerta, y después de hacer una reverencia, miró al anciano.
            -Hace poco que he llegado a la ciudad, después de un largo camino sola desde un pueblo muy lejano. Hace mucho que no como nada, ¿sería tan amable de darme algo de comer?- Eli fingió una sonrisa
            El señor la miró, al igual que el muchacho. Después de pasarse la mano por la cabeza, el señor se adentro en el edificio, y momentos después salió con un pan entre las manos. Humeaba y Eli percibía el rico olor que desprendía, mientras sentía que se le hacía boca agua. Aceptó el pan, y después de hacer otra reverencia, se despidió, y fue de nuevo a la plaza del pozo.
            El muchacho la siguió.
            -Ha sido…asombroso…
            La muchacha profirió una risa burlona, mientras veía como el chico observaba el pan con ojos centelleantes. Eli se paró un momento, cogió la barra y la partió en dos, ofreciendo una de las partes al chico. El, dudando un momento, la cogió y mordió el cacho que tenía.
            -Gracias – pronunció con la boca llena- Me llamo Christian, ¿y tú?
            -Elisabeth.
            -Te llamaré Eli, ¿vale? -  le dijo con una sonrisa
            -Como quieras
            Y desde aquel día estaban siempre juntos, en todo momento.

            Un fuerte olor y algunos ruidos sacaron a Eli de sus pensamientos.
            Cuando se giró, observó asustada la columna de humo y polvo que salía del edificio de la panadería.
            Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia allí, ignorando al espíritu que tenía siguiéndola, mientras este le decía que no se acercara allí.

sábado

Sueños... Capitulo 3 (Y ultimo redactado )

Me desperté jadeando. ¿Dónde estaba? Miré rápidamente hacia todos los lados sin hacer caso de lo que veía. Me intenté levantar, pero un fuerte tirón en la espalda me lo impidió. Me volví con un golpe seco a la dura cama. Mire más detenidamente donde estaba.

Era una sala blanca con una especie de paredes acolchadas. En el fondo de la sala había una puerta metálica donde se encontraba una figura de una persona, que al mirarla la reconocí. Era mi madre.

-Mamá...-Tartamudeé.
No me respondió. Simplemente se dio la vuelta y salió por donde había entrado. Oí el fuerte “clonk” de la puerta cerrándose con llave.
Eso me confundió mucho. Me intenté girar para pisar suelo firme pero esta vez nada me lo impidió. Cuando me levanté por completo fui hacia la puerta, pero estaba fuertemente cerrada. Me fui hacia una esquina de esa extraña habitación.
Me senté allí, encogí las piernas, guardé la cabeza entre ellas y me puse a llorar. Sentía como esas gotas de agua me bajaban por la mejilla. Oí un pequeño ruidito metálico pero lo ignoré. Me puse a hablar conmigo misma.
- Mamá, no puede ser, no me ha hecho caso… ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy? – Estaba casi chillando
- Clara…- Levanté la cabeza como si fuera un perro y me hubiera llamado mi amo. Me levanté y fui corriendo a la puerta, de donde salía la voz, una pequeña rejilla, ahora abierta. - ¿Angelito?
- Mamá…
- Clara… ¿Por qué…? ¿Por qué me lo habías ocultado?
- ¿El qué?
- Hija mía, cuando estabas en el recreo gritabas como una posesa… Creían que te estaban atacando… y te vemos allí hablando contigo misma y no nos veías. Así que te trajeron aquí.
-¿Dónde estoy?
-En un manicomio.
Me quede helada ¡Me habían ingresado en un manicomio! Ahora lo entendía todo. Me habían visto como una loca.
-¡Maldita sea, que habéis hecho, estáis locos, mamá te odio!
-Adiós- Se cerró la rejilla
Empecé a dar puñetazos a la puerta, aunque estaba segura que me hacía más daño que la puerta. Pero en ese momento no me importaba. Me empezaron a brotar las lágrimas. Dejé de golpear y me senté en la esquina. Allí me abracé a mí misma. Me sentía sola. Luché por dejar de llorar. Después de un largo rato sin conseguirlo, me tumbé en la cama mientras miraba la luz apagada, que entraba por una pequeña rejilla en la parte superior de la habitación. No sé que día era, pero estaba segura de que era por la mañana. A partir de ese día empecé a contar las horas, por la luz que daba el sol.
Me acomodé. Y después de unas vueltas me sumí en profundo sueño. Del que nunca volveria a salir, jamás.


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Esta historia la termine aqui hace un año... Y creo que ahi se quedara. Gracias si alguna persona se a dignado a leerla,...

Sueños... Capitulo 2


Subí detrás de un hombre con un pelo muy largo y oscuro. Llevaba una camiseta verde  y  unos vaqueros. Tenía la piel morena. Era alto y parecía fuerte. Se sentó al final del autobús. Después de pasar el ticket, me senté cerca de él. No me miró y cuando llegó mi parada, ni siquiera me dijo adiós. Mientras estaba bajando las escaleras que me llevarían pie a tierra, le miré la cara y vi sus ojos castaños y grandes. Bajé el último peldaño.
Mientras me dirigía al instituto pensé en él. Ojos oscuros y grandes, pelo oscuro…
De repente se me paró el corazón. ¡Era él! ¡Era el chico de mis visiones! ¡Era él! Atontada, miré atrás, pero el autobús  ya se había ido.
Nunca le había visto, solo en mis sueños. ¿Se habría venido a vivir aquí? Me embargaba la emoción. Me sentía ligada a él, tanto, que cuando le vi sin saber quién era, me fui a sentar con él. Era diferente al de mis sueños ya que tenía el pelo largo y no era tan moreno ni musculoso, pero era igual de perfecto. Lo que no sabía era que pintaba él en mi futuro. ¿Acaso ya lo había conocido alguna vez? Llegue al instituto aunque un poco tarde. Entré en clase saludando al profesor que se encontraba dentro.
- Buenos días - dije después de tocar la puerta - ¿puedo pasar?
-Buenos días, Clara. Pasa y entrégame una nota en la que ponga porque has llegado diez minutos tarde.- dijo Juan Ramón, mi profesor de matemáticas.
-Nada, que el autobús se ha retrasado.- Mentí
- Pues, ¿dime por que Manuel está aquí entonces?
Mire a Manuel con recelo. ¿Por qué tendría que haber en clase una persona que fuera conmigo en el autobús? Bajé un poco la cabeza.
-Es que he cogido el siguiente al de Manuel.
-Así que me has mentido - Era una afirmación
Inspire fuertemente, trague saliva y afirmé con un movimiento de cabeza. Me había pillado. Ahora me diría que me fuera a la biblioteca. Le conocía muy bien. Me caía bien, pero era un poco estricto.
-Clara, ¿sabes adónde tienes que ir, no?
-Sí, buenos días.- Cerré la puerta quedándome fuera del aula.
Fui a la biblioteca, andando despacio. Cuando llegué salude a Ana, la bibliotecaria y me senté en la mesa más alejada. No tenía deberes, así que me puse una hoja del cuaderno y me puse a dibujar, mientras mi cabeza iba dando un viaje con ese chico.

En mi ensoñación le pregunte como se llamaba, él dijo que Tomás. Hasta ese momento no me gustaba ese nombre pero cuando salió de sus labios era el más bonito de todos. Me acerqué a él.

Salí de mi ensoñación, con el ruido del timbre. Me pregunté si sería verdad lo que había visto. Tenía un dibujo debajo de mis manos. Lo levanté y me lo puse enfrente, y al verlo me quede boquiabierta. ¡Era él! Todos sus pequeños defectos, sus pecas, estaban dibujados en esa hoja de cuaderno a lápiz. En una esquina, con letra bien grande y muy bonita ponía Tomás.
Cogí el cuaderno, arranqué esa hoja y a guardé en el bolsillo de la chaqueta. Cogí todo lo que había llevado, y todavía en las nubes fui de nuevo a clase. Me puse a hablar con mis amigas, hasta que vino la profesora de ciencias. Me senté en mi sitio y disimuladamente saqué el papel de mi bolsillo. Me puse a observarlo de nuevo.  No es que fuera guapo, pero me atraía. Cuando levanté la cabeza vi que había un asiento libre. Conté los que estábamos en clase. Dieciocho, como siempre. No faltaba nadie.
Terminó ciencias e inglés. Tocaba recreo. Pensando de nuevo en el dibujo me lo lleve, al igual que un cuaderno, al patio. Me senté en una esquina escondida entre unos arbustos. Intente estar escondida de todo el mundo. Saqué el  cuaderno y cogí un lápiz. Intente no prestar atención a nada…

Me encontraba en un lugar oscuro,  estaba de pie, en medio de una calle, andando tranquila, hasta que en ese cruce, me topé con Tomás. Tenía una extraña expresión.
-No sigas  adelante, – me dijo – es peligroso.
Me paré y le miré fijamente.
-¿Por qué? – dije
-No sigas  adelante, es peligroso.  – Repitió
-Pero Tomás…
-¡He dicho que no!- De un salto sobrenatural saltó hacia mí y…

Sueños... Capitulo 1

Me encontraba en un lugar oscuro, mi yo futuro estaba de pie, en medio de esa calle, andando tranquila, hasta que en ese cruce, me topé con él, ese extraño chico que últimamente, poblaba mis sueños. Era alto, musculoso, de piel morena como la arena en contacto con las frías aguas del mar. Los ojos castaños oscuros y muy grandes. Tenía el pelo oscuro, muy corto, con un corte que a mí me gustaba mucho. Su extraña expresión siempre me turbaba. Tenía una cara con una expresión simpática y sin embargo, sus labios siempre se mostraban serios y firmes.
-No sigas adelante, – me dijo – es peligroso.
Mi yo del futuro se paró y le miró fijamente.
-¿Por qué? – dijo. La curiosidad me invadía a mí también
-No sigas adelante, es peligroso. – Repitió

Me desperté, sobresaltada. Cada vez mi sueño era más extraño. Más detalles se mostraban y más me embargaba la curiosidad. ¿Quién era ese extraño? ¿Qué quería? ¿Qué es lo que era peligroso?
Daba vueltas en la cama. ¡Quería seguir soñando! Pero sabía que no iba a pasar: cuando terminaba de soñar, me despertaba y no podía seguir soñando. Era extraño, pero en cierto modo me sentía ligada a ese chico. No le conocía no le había visto, pero ya me encontraba enamorada. Me levanté y mire el despertador, eran las seis menos veinte. ¿Qué podía hacer para pasar el tiempo? Como no se me ocurría nada empecé a dar vueltas por la habitación pensando en mi sueño. Se me ocurrió hacer una especie de diario para apuntar mis sueños del futuro. Me dirigí a una balda, escondida entre todos los trastos ahí puestos, para ir en busca de lo que sería mi diario de sueños. Era un secreto, nadie sabía que yo podía ver el futuro, ya que parecía una simple chica de quince años que era un poco vaga y que siempre iba al instituto diciendo que no tenía sueño, pero sin embargo con unas ojeras terribles. Era verdad, yo no tenía ganas de dormir después de ver mi sueño del futuro.
Encontré un viejo y polvoriento cuaderno pequeño que, con un poco de limpieza, sería perfecto para el uso que le iba a dar. Arranqué una hoja del cuaderno donde ponía, con una letra infantil:
Hola, tengo 5 años y nadie cree que tengo sueños raros.
Me acordé de esa época de mi vida: yo era una niña a la que le gustaba decir todo lo que le pasaba. Claro, de los sueños tampoco pasaba de contar. En esa época tenía unos sueños que me decían un futuro cercano y los sueños eran muy cortos. Soñaba, por ejemplo, las riñas que iba a tener con las personas que conocía, las amistades que iba a hacer, la gente que se iba a ir de colegio… Yo se lo contaba a mis amigas pero ellas se lo contaban a sus padres y ellos les decían que se alejaran de mí. Por eso, ahora no era muy popular e intentaba pasar desapercibida.
Tire la hoja a mi pequeña basura y vi que la hoja que venía a continuación tenía también algo escrito:
He cumplido 6 años, ya voy a ir a primaria. He soñado que iba a mudarme a la ciudad donde vive mi nuevo papá y que no irán mis amigos. He soñado que me quedo sola.
Eso era unos meses después de lo anterior. Me acordaba también nítidamente: tenía unos pocos amigos, los que no habían hecho caso a sus padres, pero que de todas maneras no creían lo de mis sueños. Soñé que estaba en un lugar cálido, con una pequeña mochila a mis espaldas y que iba con mi madre. Caminábamos por un camino al lado de la playa, que estaba a kilómetros de donde vivía en esa época. Lo que me hizo saber a dónde iba fue el señor que se acerco a mi madre y la besó en la mejilla. Mi madre me había enseñado mogollones de fotos de un viaje que había hecho a la costa. Siempre salían ella y ese hombre. Le pregunte quién era después de tener el sueño y me dijo:
-Querida, es tu nuevo papá.
Después me besó la frente. Yo que era muy pequeña para entender que mi padre biológico había desaparecido en el campo de batalla y por eso le pregunté:
-Mamá, ¿dónde está papá?, ¿sigue de viaje?
-Sí.
La voz con la pronunció esa palabra siempre la recordaré. Después de esa afirmación, mi madre rompió a llorar. Susurraba algo así como: “Como le explicaré esto”. Meses después ocurrió eso que había soñado. Desde entonces vivía con José en una ciudad muy cercana al mar.
Antes de romper esa hoja, pasé a la siguiente. También había algo escrito. Pasé otra hoja, y otra y otra. Estaban todas escritas con pequeñas frases.
Lo que había cogido no era un cuaderno. ¡Era un diario de mi infancia! Cogí el papel de la basura y lo desdoble. Como estaba escrito a lápiz, y el papel estaba arrugado, era casi imposible descifrar lo que ponía, pero lo estiré y lo pegué en la contraportada del cuaderno. Seguí leyendo, intentando recordar mi infancia. La última nota me impactó mucho:
Tengo ya 10 años, mis sueños extraños continúan y ahora no se lo cuento a nadie. Pero lo de esta noche ha sido como una pesadilla, soñaba que tenía un sueño más tarde donde un extraño señor con el pelo muy corto me paraba mientras caminaba. Me daba mucho miedo. No quiero volver a escribir mis sueños. ¡Solo quiero ser como los demás!
“…un extraño señor con el pelo muy corto que me paraba mientras caminaba…” Eso era lo que estaba soñando últimamente. No me acordaba de haberlo soñado a los 10 años. Todo esto era muy extraño, más de lo yo llamaba normal. Pasé una página más. Estaba en blanco. Escribí mi sueño allí poniendo mi edad, y la fecha.
Oí unos pasos. Ya eran las siete y media de la mañana. Me tumbé en la cama, haciéndome la dormida. Una sombra entró en mi cuarto y me dijo:
-Vamos, son las siete y media
Hice como si me desperezara. Vi a José. Yo nunca le llamaba papá, el no era mi padre, mi padre era un general que había muerto en la guerra, no ese empresario. Me levanté, y me puse las zapatillas y me fui a la ducha. Como tenía muchas cosas en las que pensar, se voló mi tiempo sin que me diera cuenta. Hasta que en un momento determinado mi padre extrañado, golpeo la puerta:
-Cariño, ¿te ha pasado algo? ¿Estás bien? ¡Cariño! – con un timbre notablemente preocupado
-Si José, solamente es que no me había dado cuenta de que había pasado tanto tiempo – expliqué mientras salía rápidamente de la bañera y me vestía con la ropa que había dejado en el bidé.
-Hija, no me llames José, sabes que no me gusta.
La discusión de siempre. Siempre discutíamos José y yo sobre eso pero yo nunca le iba a llamar como le he llamado a mi padre de verdad. Esas palabras estaban dedicadas a él no a ese hombre que se había casado con mi madre, llamado José. No le quería como padre, igual podría ser un amigo, pero nunca un padre.
-José, sabes que nunca te voy a llamar de otra manera.
-Pero, cariño no seas…
Abrí la puerta del baño, me lo encontré en frente.
-No José, tu eres José, un empresario, el marido de mi madre, lo que quieras, pero hagas lo que hagas, no serás nunca mi padre - Creo que esas palabras le rompieron en dos. Él me quería como si fuera su hija pero no podía conseguir que yo lo considerara mi padre.
Mientras veía como le salían unas lágrimas cristalinas de sus ojos verdosos, me fui a mi cuarto. Era muy dura con él pero no quería que siguiera intentando algo que era imposible, se lo estaba haciendo más fácil. Mire la hora, eran casi las ocho de la mañana. Me puse unas deportivas me cargue la mochila a la espalda y salí de esa casa. Me dirigí a la estación de autobuses más cercana, que estaba a unas tres manzanas de la casa de José. Cuando me quedaba un rato, el autobús pasó al lado mío. Me puse a perseguirlo. Le hacía señas para que parara pero por lo que parecía el conductor no me veía. Seguí corriendo. Solo tenía una pequeña cosa que podría hacer que el autobús parase: que hubiera una persona en la estación.
Cuando llegue casi a la estación, el autobús empezó a parar. Había una persona en la parada, todo se lo debía a aquella persona. Corrí para subir al autobús.

miércoles

Historia de Eli - Capitulo 1



            Salí corriendo, mirando una y otra vez atrás, por si alguien me seguía. Doble la esquina de nuevo, empujando a la poca gente que paseaba a esa hora. Después de doblar unas cuantas calles más, conseguí llegar a mi casa. Cogí la primera chamarra que encontré en mi habitación. Busqué una mochila  y empecé a rellenarla de cosas que me podrían servir durante mucho tiempo. No pretendía estar más allí, por lo que tiraba lo que no me servía. Entonces es cuando empecé a oír ese pitido… Era un pitido muy repetitivo, pero cada vez  sonaba más rápido. Mi corazón se aceleró. Lo sabía, ya no tenía tiempo. Entonces sonó una gran explosión que recorrió toda la casa.
            Unos momentos después, me incorpore, mareado. Y cuando me giré me di cuenta de lo que vi. Allí yacía muerto mi cuerpo.
**
Dejó la mano en alto, mientras miraba a aquel pajarillo. El animalito movía la cabeza con rápidos movimientos. Mientras, con pequeños brincos se iba acercando, piando. Levantó la otra  mano dejando una pequeña pipa en su palma. El pajarillo, cada vez más cerca, silbaba cada vez con más fuerza. En un momento llegó a pararse, enfrente de sus manos, mientras le miraba con esos ojos negros. La chica contuvo la respiración durante un momento. El pajarillo abrió las alas y se posó en las manos de aquella joven. Le echó una mirada, agachó la cabeza en un abrir y cerrar de ojos, con la pipa en el pico, y se dispuso a echar a volar. Entonces aquella chica le tocó la cabeza al pájaro, con una lágrima corriendo por su mejilla izquierda. En aquel momento, toda luz se fue de los ojos de aquel dulce pajarillo, que cayó cual hoja de sus manos. La chica se miró las manos, mientras las lágrimas mojaban su cara. Se acercó aquellas manos a los ojos, para no contemplar, como ese animalillo desaparecía, haciéndose polvo…
**
            -Vamos a llegar tarde por tu culpa, Eli.
            Eli se remangó el vestido, y echó a correr detrás de Christian, su amigo. Se paró de nuevo, de golpe, y se dio la vuelta una vez más, para contemplar, lo que sería la última vez, aquella destartalada casa.
            Elisabeth y Christian eran dos niños abandonados. Llevaban muchos años juntos, tanto, que no se acordaban de cómo vivían antes de conocerse el uno al otro. Sólo alcanzaban recordar las aventuras que habían vivido juntos: la vez en que decidieron ir a dormir a aquella casa; ese día que el frutero les pilló robando las manzanas, y aquella huida de sus furiosos gritos, bajando toda la calle corriendo; la vez que el panadero sintió pena, al oír el rugido de la tripa de aquellos dos críos al pasar por delante de su tienda… Realmente habían pasado muy buenos momentos, sobre todo en aquella casa vieja. Eli todavía recordaba  cuando llegaron allí, un día de lluvia,  e intentando protegerse, se colaron dentro. Entonces, descubrieron que era una casa abandonada, esa que los chavales del barrio decían que estaba “embrujada”. Por eso decidieron habitar allí, ya que nadie se enfadaría si lo hacían. Y, hasta aquel día, que un señor les había sorprendido entrando. Después de regañarles, les había avisado, de que iban a tener que irse a otro sitio, ya que una familia rica se había propuesto comprar el terreno e iban a derruir la casa para construir una nueva. También se acordaba de cómo Christian se había pasado aquella noche llorando, y proponiéndole proteger la casa en la que habían pasado tan buenos momentos. Pero ella le había hecho desistir de esa idea, y le había intentado animar con palabras, evitando cualquier contacto físico.
            Eli cerró los ojos y susurró una despedida, de forma, que sólo ella escuchó lo que había dicho. Se dio la vuelta y le mostró una sonrisa fingida. Él le miró, le devolvió la sonrisa  y se dio la vuelta.
            -Vamos, Eli. Que tenemos que irnos ya. – levantó una mano, a modo de despedida de aquel lugar tan importante para él.
            Eli se volvió a remangar el vestido y corrió hasta Christian y cuando estuvo a su lado, se agarró de su brazo, con sus manos cubiertas de unos guantes, para evitar cualquier acercamiento a su piel.
            Empezaron a andar, alejándose poco a poco de aquella casa. Eli notó que los pasos de Christian temblaban, resistiéndose a marcharse de ahí. Y cuando miró su cara, vio como una gota cristalina se resbalaba por su mejilla. Miró a otro lado, ya que sabía que a Christian no le gustaría que le viera llorando. Entonces, él se paró en seco, se secó las lágrimas con un brazo y miró a Eli.
            -Algún día – dijo – haré que no tengas que llevar esos guantes – Eli le miró entristecida.
Christian notó que se ella se estaba apenando, así que se agachó un poco para que sus ojos estuvieran a la vista, esos ojos de color miel que tanto le gustaban. Eli le miró, pero rápidamente apartó  la vista. Christian levantó el brazo y lo posó cuidadosamente sobre su pelo. Eli se sobresaltó y con un golpe con la mano la apartó.
-No me toques – dijo Eli, con una voz seria y grave que no parecía de ella, mostrándose muy enfadada. Miró a la casa un segundo y empezó a andar en sentido contrario, aún con el ceño fruncido - ¿Vienes, o te vas a quedar aquí?
Christian la observó un minuto, pensando en la escena que había ocurrido. Se dirigió hacia ella, sin mirar ni un segundo atrás, ya que lo que quería estaba allí, delante de él.  Suspiró pesadamente y se pasó la mano por su revuelto pelo de color azabache, mientras intentaba ordenar sus ideas. Dio unos pasos rápidos y se colocó al lado de Eli, y aguantándose las ganas de mirarla, le preguntó:
-¿Y adónde vamos ahora?
-De momento, sólo se me ocurre un sitio - dijo cabizbaja
Eli se subió los largos guantes hasta el comienzo de la manga de aquel bonito vestido azul cielo, y torció la calle con un paso seguro. Christian la seguía por detrás con pasos tambaleantes. Ya se imaginaba donde estaban yendo esas pequeñas pisadas de aquella menuda niña. Seguramente se dirigían a la panadería, donde irían a hablar con la señora Smith, la mujer del panadero. Y es que  esa señora siempre llena de harina les daba la bienvenida con los brazos abiertos, todo lo contrario a su marido, que sólo una vez sintió pena por aquellos estómagos vacíos, al contrario de todos los recibimientos dados con palos y golpes. Esa era una de las razones por las que a Christian no le gustaba ese lugar. Otra de las razones era simple: el olor tan rico que venía de un delicioso pan recién hecho le daba muchas ganas de comer. Pero, Eli y él no tenían mucho dinero, solo algunas monedas que algún humilde ciudadano les había dado, aún así, un simple trozo de pan recién hecho acabaría con aquellos ahorros.
 Por eso, Christian no quería ir allí. Hacía unos días que no comía decentemente, y sólo pensar que iban a la panadería hacía que su estómago se quejara, y eso le molestaba. Sin embargo, Eli no parecía darse cuenta de su  vacío estómago, porque iba directa allí sin tambalear.
Y es que a Elisabeth le gustaba mucho ir a la panadería, porque le caía muy bien la señora Smith. A ella le fascinaba cuando aquella señora menuda, regordeta y llena de aquel polvo blanco, que para ella era ‘algo parecido a la nieve, pero caliente’, le enseñaba como con un cilindro de madera amasaba aquella pasta, y hacía que luego se convirtiera en pan. También le gustaba ver aquel horno de piedra, y observar como chispeaban las llamas de ese fuego agresivamente, como pidiendo escapar de ese sitio, y ser libre. A veces se quedaba mirándolo durante mucho tiempo, a veces horas. Veía como aquellas masas blancas se iban oscureciendo y haciéndose cada vez más tiernos. Luego la señora Smith los sacaba, con unos grandes y abultados guantes en las manos, retiraba la rejilla de hierro donde se situaban con cuidado, mientras esos panes humeantes impregnaban la habitación con un delicioso olor.
Por eso, en la cara de Elisabeth se veía una amplia sonrisa, mientras que la de Christian mostraba una mueca de asco hacia ese lugar, mientras sus pasos desacompasados iban hacia allí.
Christian agachó la cabeza, y de repente se dio cuenta de que Eli ya no le seguía, cuando miró atrás le vio parada en medio del camino. Tenía la mirada perdida, parecía que le miraba, pero en verdad, sus ojos le atravesaban, como si mirara algo que estuviera detrás.
Él se quedó quieto, y la muchacha le seguía mirando, cada vez con la cara más aterrorizada. De repente ella empezó a dar pasos hacia atrás, alejándose de él. Poco a poco sus pasos comenzaron a temblar, y aquellos pies, acabaron chocándose, haciendo que con un golpe se cayera al suelo. Se agarró fuertemente la cabeza con las manos, mientras susurraba unas palabras, sólo audibles para sí misma. Cada vez su cara se tornaba más blanca, tan pálida que parecía enferma, Christian estaba asustado. Se acercó lentamente a ella, con la respiración entrecortada por el miedo.
-Elisab...
-¡No! - Chilló Elisabeth, levantándose de un golpe y corriendo hacia la dirección contraria, adentrándose a un oscuro callejón.
-¡Elisabeth! - Gritó Christian, confundido y asustado a la vez
Dudó un instante entre correr o pedir ayuda, pero había una fuerte emoción que hizo que sus piernas siguieran las zancadas de aquella niña, como un hilo invisible que le uniera a ella. Por eso, siguió a sus piernas, se guió por ellas, creyendo que aquel hilo le diría dónde se encontraba aquella chica a la que estaba tan ligado.
Corrió por aquellos callejones, saltando montones de cajas y sorteando otras. Torció a la izquierda en un cruce y al ver lo que se encontraba en frente de él, lentamente cayó al suelo, arrodillándose en el acto.
Delante de sus ojos estaba la panadería, pero no era eso lo que le sorprendía, sino las llamas feroces que salían de su interior y el humo completamente negro que salía por las ventanas...
Los ojos de Christian se empezaron a nublar y enrojecer. Una de las razones era aquel humo, que hacía que se le irritaran los ojos. Pero la verdadera razón era que estaba llorando. De tristeza, incluso él estaba confuso. La de veces que había deseado que desapareciese aquel lugar, y sin embargo, ahora se apenaba por ello. De repente se dio cuenta de que la estructura de madera de aquel edificio no tardaría demasiado en derrumbarse, y con ello, todo se vendría abajo. Tenía que hacer algo... Inmediatamente un pensamiento le dejó de piedra... ¿Y si Elisabeth se encontraba allí dentro? Entonces se levantó de un salto, sus piernas se tambalearon, pero él se puso firme y corrió en dirección al pozo. Sus pasos resonaban por la calzada, desierta, mientras en el fondo se oía el ruido del crepitar del fuego. Cuando llegó al pozo, dejó caer de golpe el cubo, soltando el tope de la polea. Al oír el golpe seco del cubo en el agua, tiró fuertemente de la polea, con toda la fuerza y la rapidez que pudo. Cuando salió el cubo lleno, puso el tope en la polea y cogió el cubo, con esfuerzo, ya que pesaba bastante. Corrió agarrando el cubo con las dos manos, para que se cayera la mínima cantidad de líquido posible. Cuando llegó a la panadería, el humo era mucho más negro, y el fuego abarcaba toda la estructura. Christian se tragó el miedo que sentía. Fue a la puerta, y tras dejar el cubo en el suelo, con unas embestidas, derribó la puerta.
Entonces cogió de nuevo el cubo y entró en el edificio. Oía como crujían las vigas de madera, pero se dirigió a la principal, en medio del comercio. Cuando llegó, observó como la viga ardía. Sin dudarlo un segundo, estrelló el contenido del cubo contra ésta. El fuego se apagó parcialmente, pero la madera humedecida y ablandada de la viga, empezó a resquebrajarse. Christian observó aterrorizado como la estructura de madera se vino abajo, encima de su cabeza. Su cuerpo se quedó atrapado entre los restos de lo que había sido el techo de la panadería. Sentía un dolor horroroso en las piernas. Y profirió un grito agonizante cuando vio como un líquido rojo aparecía a través de los escombros que se encontraban encima de su cuerpo...