<<Oscuridad no hay más que oscuridad. No
sé quién soy, ni dónde estoy. Tengo demasiadas preguntas en mi cabeza... ¿por
qué no puedo recordar nada?>>
El
chico abrió los ojos. No merecía la pena ni siquiera dormir. En aquel lugar
todo estaba oscuro y olía a humedad, el olor se le metía hasta el cerebro
molestándole. Estaba confuso, apenas llevaba consciente tres días desde que
perdió la memoria; tenía suficientes días y motivos para encontrarse asustado.
Al
despertar, días antes, casi se dio de bruces con los barrotes de la celda en la
que le habían encerrado y encadenado. Había intentado buscar una salida, pero
siempre se encontraba con las mismas paredes, las mismas barras de hierro de la
puerta...siempre lo mismo. Aquellas condiciones eran inhumanas, y la comida era
escasa.
No
sabía por qué estaba allí, pero no intuía nada bueno. Y para empeorar las
cosas, todos sus interrogantes le daban vueltas en la cabeza y le hacían sufrir
incluso más que las condiciones en las que estaba.
Se
puso de pie y estiró los músculos adormecidos. No lograba acordarse de ningún
momento de su vida, sólo podía recordar esos tres días y las cosas cotidianas.
Volvió a recorrer con la vista aquel lugar, cada vez lo odiaba más, no le
gustaba estar encerrado. << Ni a nadie supongo…maldita sea. Tengo que
pensar claro...tengo que salir de aquí. >>.
De
repente oyó pasos que resonaban con el eco a su izquierda. Se acercó a la
puerta, no pudo ver quién había pero sintió la evidente presencia de la persona
que se encontraba al otro lado de la verja. El chico se echó hacia atrás, le
daban escalofríos tanto aquellas personas como aquel lugar. Un sonido de llaves
acompañó a un chirriante sonido de la puerta al abrirse y sin oír una sola
palabra un cuenco con algo que parecía estofado se estrelló contra el suelo,
como veces anteriores. Por suerte con el agua había tenido algo de piedad y
había depositado suavemente una botellita de cristal con traslucida agua
dentro. Por lo menos eso significaba que lo querían vivo, o medio vivo.
Apenas
pudo ver quién era el que le había traído esta vez la "comida". Oyó
otra vez el sonido de las llaves y la puerta cerrarse.
El
chico volvió a agarrase a la puerta intentando no pisar la comida esparramada
por el suelo y se quedó mirando a la nada. Oyendo de fondo la risa gutural de
aquel hombre mientras se alejaba por el pasillo. Más le valía escapar.
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Nina
miraba fijamente el escaparate de la vieja librería, bueno, más bien miraba el
precioso libro sobre el Mundo Antiguo que vendían. A ella le gustaban mucho los
libros de la antigüedad, sumergirse en lo que fue el mundo del pasado así como
, pero debajo de aquel maravilloso libro encuadernado en terciopelo, un
cartelito pedía a cambio diecisiete mil monedas de oro.
-Uff...,
no tengo tanto -dejó caer la cabeza, resignada, y algunos mechones dorados le
cayeron a la cara al hacer este gesto.
Nina
se planteó por unos segundos la posibilidad de robarlo, pero enseguida desechó
la idea porque precisamente esa ciudad estaba muy vigilada. Había soldados
apostados en diferentes sitios estratégicos, ya que era una de las ciudades más
importantes del país y debía estar protegida.
Mientras
Nina cavilaba, una esquina más allá de la salida de la ciudad, donde ella se
encontraba, un chico de pelo cobrizo corría intentando deshacerse de sus
perseguidores; dos hombres musculosos, aunque uno era más alto y más delgado
que el otro, los dos coincidían en la misma cara de mal despertar.
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<<Corre,
corre, corre...no puedes dejar que te atrapen otra vez...a saber que te
harían>>Si le atrapaban, le volverían a llevar a aquel lugar. Ya estaba
llegando a una de las salidas, pero un soldado se le cruzó en su apurada
carrera.
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Nina
giró la cabeza. Parecía que alguien estaba alborotando la transitada calle.
Había mucha gente alrededor de la escena pero a cierta distancia.
Dejó
el escaparate y se acercó al origen del barullo, tuvo que esquivar mucha gente,
pero al final logró situarse en la primera fila.
La
escena era la siguiente: había un chico de pelo cobrizo y alborotado, de más o
menos su edad, en el medio que miraba a sus perseguidores con sus fieros ojos
grises. Delante de él un soldado con una lanza le cortaba el paso y detrás dos
hombres, que a Nina se le antojaron muy grotescos en comparación con el
muchacho, se iban acercando poco a poco a él.
Nina
miró al chico preguntándose qué habría hecho para meterse en un lío como aquel.
Aunque
la situación era ciertamente complicada, el muchacho lucía un rostro sereno y
tranquilo, como si estuviese dominando la situación, aún siendo. En realidad,
de al revés.
Por
algún extraño motivo los ojos de Nina se cruzaron con aquellos profundos ojos
grises que parecían no tener iris. Aquella mirada dejaba entrever un mensaje de
ayuda a aquel que la estaba viendo. Pero a Nina, sin embargo, le daba miedo
involucrarse así que salió de allí y se fue corriendo calle abajo.
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Al chico le desconcertó aquella repentina
huida de la chica de la multitud con la que se habían cruzado sus ojos.
<< ¿Qué habré hecho?>>.Más soldados habían acudido, pero uno de los
dos tipos que le perseguían, el más bajo ya había sacado unos grilletes y sin
darle tiempo a reaccionar se los estaban poniendo en las manos. Él se revolvió
intentando liberarse, pero los grilletes eran demasiado fuertes.
El
capitán de los soldados, un hombre moreno con bigote se acercó al más alto de
los dos hombres y empezaron a discutir sobre el prisionero. Éste que ahora
estaba custodiado por unos soldados, en un último intento por escapar golpeó
con la cabeza al soldado que tenía delante y echó a correr. Pero no llegó muy
lejos porque el hombre bajo que le había puesto los grilletes le tiró una lanza
sin punta con tanta puntería a los pies que tropezó y acto seguido cayó al
suelo.
El
chico, que se había golpeado el costado, se sentó tosiendo, justo para ver como
la punta de una bota le golpeaba la cara.
-Aggh...
¡casi me rompes la cara, idiota!-gritó palpándose la herida de la cabeza. El
hombre lo agarró de la camiseta y se lo acercó a la cara, intimidándole.
-Esto
será lo menos que te haremos, más te vale no volverlo a intentar-Le tiró a un
lado. El chico pudo ver como se deslizaba un líquido carmesí por su cara.
El
hombre explicó las razones por las cuales se debía mantener al muchacho
prisionero. Se hizo un silencio, el capitán meditaba las opciones con paciencia
y optó que ya que se le presentaba la oportunidad iría en busca de respuestas.
-En
ese caso...nos quedaremos con su custodia-el capitán dio media vuelta y pasó al
lado del chico cogiéndolo por un brazo, obligándole a ponerse de pie. El
muchacho resignado, siguió al capitán. Los dos hombres se quedaron con los
puños apretados en medio de la calle, frustrados por haber perdido una pieza
tan valiosa.
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Cada
vez que intentaba olvidarla, la imagen de esos profundos ojos agonizantes le
volvía a la mente. Se sentía culpable por algo que ni siquiera entendía, quizá
el hecho de haber ignorado esa petición de ayuda de su mirada. Aún así, no era
motivo para sentirse obligada a ayudarle. Podía ser que en realidad quisiera
hacerlo.
Desde
allí se podía contemplar toda la ciudad, era de esperar viniendo de una de las
altas torres de la muralla de Ern-sa, la segunda ciudad más importante de Nazga
después de la capital.
Nina
se había sentado en el grueso marco de una de las ventanas de la torre y
contemplaba ensimismada la gran ciudad, que ahora se tornaba de color naranja
ante la puesta de sol. Le gustaba subirse en lugares altos, y a aquella torre
había subido miles de veces cuando era niña- su familia vivió un tiempo en la
ciudad-.
Pronto sería de noche y cerrarían las puertas
de la muralla. Estaba prohibido estar en las torres así que se desprendió de la
ventana y bajó las escaleras de la torre antes de que subieran los soldados
para activar el mecanismo de cierre. Ya en la calle empezó a andar dirigiéndose
al hostal donde pasaría la noche, preguntándose qué habría pasado con aquel
muchacho.
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-Te
lo volveré a preguntar, ¿sabes qué es esto?-El capitán señalaba insistente una
y otra vez la marca de una luna con unos picos alrededor que tenía en la mano
izquierda.
-Ya
te he dicho que no lo sé.
-No
me mientas chaval, esta es una marca que tienen todos los nacidos del clan
prohibido.-El chico miraba al capitán sin entender nada.-El rey prohibió su
existencia debido a su peligrosidad, a si que tenemos todo el derecho a
exterminarte, pero no lo haremos todavía. Te quedarás aquí agonizante hasta que
nos cuentes todo lo que sabes-El capitán salió de la celda y cerró la puerta,
después, desapareció por el oscuro pasillo.
Vuelta
a empezar, había acabado igual que como estaba antes, o incluso peor. Se
levantó palpándose la herida de la cabeza, había dejado de sangrar. Miró a su
alrededor, todo estaba muy oscuro y no se distinguía nada, solo unos pequeños
rayos de luz de luna entraban por una pequeña ventana de una pared, se acercó a
ella. Agarró los barrotes y tiró, pero no obtuvo ningún resultado. <<Pues
vaya...en fin, era de esperar. Sigo sin entender nada. El clan prohibido...>>.
El
ruido de unas pisadas en la calle interrumpió sus pensamientos. De repente dos
botas salidas de la nada aparecieron enfrente de los barrotes de la ventana,
¿quién sería?
La
persona que estaba fuera se agachó hasta que su cara quedó a la altura de la
ventana. El chico se sorprendió al reconocer la cara de la chica que esa mañana
había huido ante sus ojos. Ella sonrió al ver su cara de estupefacción.
-Hola.
-Eh...Ho...hola,
¿qué haces tú aquí?
-¿No
es evidente?-contempló el rostro del muchacho y supuso que para él ya nada era
evidente-He venido a ayudarte a salir de aquí.
-¿Crees
que deberías ayudarme? ¿Qué pasa si resulto ser peligroso? y sobre todo, ¿por
qué lo harías?
-Hablas
demasiado-dijo ella sonriendo.- Apártate un poco de la ventana, necesito coger
esto de aquí.
Pasó
una cuerda que sacó de una bolsa por todos los barrotes y la volvió a coger.
Dejó la cuerda en el suelo y cogió una daga con la que picó un poco la piedra
de todas las esquinas de la ventana. Después juntó los extremos de la cuerda y
empezó a retorcerlos. Siguió hasta que los barrotes y el marco entero, de
repente salieron girando hacia un lado.
-Bien-dijo
Nina.- sigamos, debemos darnos prisa los centinelas ya deberían haber oído el
ruido.-Estiró las manos hacia él-dame los brazos, te ayudaré a subir.
El
chico le dio sus brazos y a la vez que ella tiraba él se impulsó con las
piernas y logró salir por la ventana
A
lo lejos se oían los pasos y las voces de los centinelas de la cárcel
acercándose.
-Por
cierto, me llamo Nina-dijo mientras con una ganzúa le quitaba los grilletes de
las manos.
-Yo...no
me acuerdo de mi nombre, he perdido la memoria.
-Vaya,
lo siento.
-Da
igual -Nina acabó de quitarle los grilletes- vámonos.
-Sí,
sígueme-Ella se metió por un callejón y el chico le siguió, atento para no
perderse.
Giraron
unas cuantas veces hasta que por fin llegaron a una de las salidas de la
ciudad, aunque el problema que se les presentaba ahora era cómo iban a abrir la
puerta de la muralla.
-¿Cómo
vamos a...?
-Tranquilo,
tú sígueme-le cortó ella.
Acto
seguido se acercó sigilosamente a una de las torres y entró dentro. Él hizo lo
mismo y subieron rápidamente todas las escaleras de la torre. Cuando estuvieron
arriba del todo Nina se subió al borde de una de las ventanas y saltó.
-¡Espera!
El
chico pensó que se había vuelto loca, pero cuando se asomó por la ventana
comprendió que la torre era más alta que la muralla y que por lo tanto Nina
había saltado al pasillo que había en la muralla.
-Vamos,
a que esperas -le apremió ella en voz baja- ¡salta!
Él
hizo lo que le ordenaba, saltó por la ventana de la torre y aterrizó rodando
para no dañarse las piernas.
-Ya
solo queda ese salto y ya estamos fuera.
Nina
señalaba la distancia que quedaba entre la muralla y el suelo cubierto de
hierba seca, que era debido al tremendo calor que hacía en verano.
El
muchacho se armó de valor y saltó seguido por Nina que hizo lo propio.
Cuando
estuvieron en el suelo corrieron y se alejaron de la ciudad.
El
chico miraba el horizonte, pensativo. Nina se puso a su lado.
-¿Qué
piensas hacer ahora?-él la miró todavía atontado.
-¿Mmm?
No lo sé, supongo que buscaré pistas para averiguar mi identidad.-Nina asintió,
comprendiendo que era lo más lógico que podía hacer en su situación.
<<Buscaré información sobre el clan prohibido...>>repitió él para
sí.
-Pues,
¿sabes qué?- el chico la miró por el rabillo del ojo intentando adivinar lo que
iba a decir. Ella se puso de pie y le sonrió- Me voy contigo.