domingo

Historia de Eli - Capitulo 2



Los pequeños pasos de Elisabeth resonaban por toda la calle. Había poca gente, y la que había se quedaba mirándole fijamente, ya que veían a aquella niñita vestida con ropa vieja, corriendo por la calle con la cara cubierta de lágrimas. Y es que nadie podía ni siquiera imaginarse, que a  aquella muchacha, un espíritu le había avisado de que una cosa terrible iba a suceder. Y sí, un espíritu errante. El alma de una persona muerta que permanecía en el 'mundo vivo' porque no quería separarse de algo o alguien. Eli no conocía a nadie más que tuviera ese don, que pudiera oír y ver en ocasiones a los espíritus errantes. Pero ella podía, y aquello era lo que le hacía especial, pero estaba asustada. Había salido huyendo porque uno de ellos, que seguía a Christian le había avisado de una terrible noticia.
-Muchacha...-había pronunciado con aquella voz lejana, característica de los espíritus errantes- Aléjate del chico... aléjate de él... Christian... Si no, morirá por tu culpa...-Ella se había tapado los oídos, intentando huir de esa voz
-¡Déjame! ¡Cállate! –Había  susurrado -Yo no le haría nunca nada...
-No será culpa tuya... Pero lo acabarás matando...
-¡No!- Había gritado, mientras salía corriendo hacía aquellos callejones.
En aquel momento quería huir, era lo único que tenía en mente, no quería ver a Christian. Él ocupaba siempre su mente, pero al pensar ahora en él, le venía a la mente lo que había dicho aquel espíritu. Por eso le surgieron las lágrimas.
Pasó por la plaza del pozo. Allí había sido el primer lugar donde había visto a Christian. Se acordaba de ello como si hubiera pasado al día anterior, pero si se ponía a contar ya eran 2 años juntos…

            Ella paseaba tímidamente por aquel pueblo para ella desconocido. Tenía únicamente ocho años en ese momento, pero se las apañaba para conseguir algunas monedas o algo que llevarse a la boca.
            Pero hacía unos días que había estado caminando y había llegado a parar a ese pueblucho medio desierto. Desde que había empezado a avistar casas en el camino, no se había topado con ninguna persona, sólo con un pequeño pastor que llevaba sus ovejas al prado para que pastaran, que la miro de reojo. Era invierno, pero  aquella muchacha no iba con ningún abrigo… llevaba una simple camisa medio desabrochada y rota, con unos pantalones sucios y con muchas aberturas, y unos guantes muy largos, que abarcaban hasta los hombros de la chiquilla, casi sin rasguños. Quizás aquella mirada fue por la poco vestimenta que llevaba en pleno invierno. Pero ella ignoraba aquellas miradass que solía encontrarse muy a menudo ya que a ella no le importaba verse mal, ni que lo que los demás pensaran de ella.
            Entonces es cuando llego a la plaza del pozo. Donde se solían concentrar las gentes de los pueblos, Pero aquel pueblo era diferente, no había ni una persona en la plaza.
            Eli estaba agotada, y quería algo para comer o beber. Cuando vio el pozo, dio unos pasos rápidos hacia la abertura y cogió la polea para subir el cubo. Subió poco a poco y cuando llegó el cubo arriba, lleno de agua, se le iluminaron los ojos. Apoyó el balde en la pared que bordeaba el agujero del pozo y rebuscó en su pequeño bolso hasta hallar un pequeño cazo de madera que siempre levaba consigo. Hundió el cazo en el balde y bebió el agua.
            -No deberías beber de esa agua, está muy sucia – dijo una voz, detrás de ella.
            Eli se dio una vuelta bruscamente, de tal forma que con su espalda golpeó el balde, que cayó de nuevo al pozo con un estruendo.
            -No deberías alarmarte tanto – rió el muchacho que se paraba delante de ella – Era solo una broma- dijo con una sonrisa burlona
            -No me gustan las bromas – dijo ella enfadada -  y tampoco me gusta que me digan lo que no debo hacer.
            Se dio de nuevo la vuelta y recogió el cazo, que afortunadamente no se había caído dentro del pozo, y lo guardó de nuevo. Empezó a caminar lejos de allí. Pero el chico  se interpuso en su camino
            -No eres de por aquí, ¿de dónde vienes?
            -De ningún sitio – Respondió enfadada – Tampoco me gusta…
            -Pero, entonces, ¿qué te gusta? -  le cortó el muchacho con una sonrisa. La chica le miró fijamente, ¿por qué a aquel niño le importaba tanto ella? - ¿Te gustan los panes recién hechos?
            Eli le miró con los ojos iluminados mientras su tripa comenzó a rugir.
            -Veo que sí – el muchacho movió la cabeza en gesto afirmativo cuando oyó la tripa de aquella niña – Ven conmigo – Comenzó a caminar por una de esas calles, asegurándose que la chica le seguía.
            No tardaron mucho en llegar a un edificio de piedra, bastante nuevo, con un techo de madera oscura. El chico  dio fuertes golpes a la puerta, esperando que luego alguien la abriera. De ella, salió un señor viejo y menudo, con una calva incipiente, y con bastantes arrugas en el rostro, ojos caídos y oscuros. Miro fijamente al niño y se dio la vuelta.
            -Ya sabes la respuesta –refunfuño el anciano
            -Pero… - balbuceó el chico
            Eli tembló un poco, pero se acercó a la puerta, y después de hacer una reverencia, miró al anciano.
            -Hace poco que he llegado a la ciudad, después de un largo camino sola desde un pueblo muy lejano. Hace mucho que no como nada, ¿sería tan amable de darme algo de comer?- Eli fingió una sonrisa
            El señor la miró, al igual que el muchacho. Después de pasarse la mano por la cabeza, el señor se adentro en el edificio, y momentos después salió con un pan entre las manos. Humeaba y Eli percibía el rico olor que desprendía, mientras sentía que se le hacía boca agua. Aceptó el pan, y después de hacer otra reverencia, se despidió, y fue de nuevo a la plaza del pozo.
            El muchacho la siguió.
            -Ha sido…asombroso…
            La muchacha profirió una risa burlona, mientras veía como el chico observaba el pan con ojos centelleantes. Eli se paró un momento, cogió la barra y la partió en dos, ofreciendo una de las partes al chico. El, dudando un momento, la cogió y mordió el cacho que tenía.
            -Gracias – pronunció con la boca llena- Me llamo Christian, ¿y tú?
            -Elisabeth.
            -Te llamaré Eli, ¿vale? -  le dijo con una sonrisa
            -Como quieras
            Y desde aquel día estaban siempre juntos, en todo momento.

            Un fuerte olor y algunos ruidos sacaron a Eli de sus pensamientos.
            Cuando se giró, observó asustada la columna de humo y polvo que salía del edificio de la panadería.
            Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia allí, ignorando al espíritu que tenía siguiéndola, mientras este le decía que no se acercara allí.

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