miércoles

Sueños... - Capitulo 5


Me quedé observándole durante un largo rato. El decía que yo había ocasionado una grieta, pero, ¿cómo la había creado? ¿Con una grieta a qué se refería? ¿Qué podía ocasionar la supuesta grieta?
Tomás comenzó a andar. Su paso era firme, y sin embargo, yo no podía dejar de tambalearme. Habían dicho demasiadas cosas en un mismo momento, todo había cambiado demasiado. Ya no sabía cómo continuar. Él me había dicho que tenía que salvarles, pero no sabía cómo. Me levanté tambaleante.
Él se acercó a mí, se puso delante de mí, y me dio capirotazo en la frente y entonces noté un mareo, y mi mente se durmió. Cuando volví a despertar, me encontraba dentro del cuerpo de mi “yo futura”.
-Así te sentirás más cómoda.
Yo empecé a mover todas las articulaciones, me sentía muy extraña, era como apropiarse de otro cuerpo. En cierto sentido creo que me sentía una ladrona, como si aquel cuerpo, aun siendo la misma persona, fuera completamente distinto. 
-Quizá tengas algunos disturbios al principio.
Le miré extrañada, sin embargo, me entraron náuseas y me caí al suelo sin casi darme cuenta. Al poco rato mis articulaciones empezaron a escocer y mi piel parecía que se quemaba, sin darme cuenta vomité. 
Estuve un largo rato sufriendo, quejándome de dolores por todo mi cuerpo, deseando la muerte más que nada. Sin embargo, veía como Tomás me miraba indiferente, sin ningún tipo de sentimiento de pena hacia mí, mientras me retorcía de dolor frente a sus ojos. 
Después de un tiempo, mi cuerpo volvió a la normalidad, sin ningún dolor. Me incorporé mientras con una mano me acariciaba mi cabeza. Miré a Tomás de nuevo, pero el no me dirigía ninguna mirada, estaba ausente, mirando a lo lejos. Seguí el rumbo de su fija mirada y pude divisar un bosque a lo lejos. 
-Convoca algo pueda servirnos de medio de transporte - dijo él sin mirarme siquiera.
-¿Que haga el qué? - pregunte cada vez más extrañada.
-Que invoques algo.
-¿Cómo? - estaba cada vez más segura de que era todo una broma, pero decidí seguirle el juego.
-Piensa en algo, en lo que sea, y chasca los dedos.
Empecé a pensar en cualquier objeto que pudiera servir de transporte, pero estaba segura de que no sabría conducirlo. Entonces se me ocurrió pensar en algo que siempre me había fascinado: la mitología. Y si en verdad eso era un mundo paralelo, o lo que quería que fuese aquello, estaba convencida de que funcionaría.
Entonces miré a Tomás, y con una sonrisa, chasqué los dedos mientras observaba como él se pasaba una mano por la cara. 
Para mi sorpresa, muy cerca de nosotros dos, aparecieron dos criaturas, tales y como las había imaginado: unas fornidas patas, un lomo musculoso, dos alas a los costados, una larga cola y una cabeza grande unida al cuerpo por un robusto cuello. Dos dragones. 
Tenían el cuerpo recubierto de unas escamas brillantes que hacían que parecieran aún más gloriosos. Uno de ellos, un poco más pequeño que el otro, era de un color rojo sangre y brillante, por lo que parecía más temible observar sus grandes ojos dorados. El otro, un poco más fuerte, tenía las escamas esmeraldas, y las alas color ambar, con lo que era muy bello.
Me quedé observándoles durante unos segundos, hasta que noté la fría mirada del rojo, que hizo que apartara la vista y mirase a Tomás. Éste me miró con gesto cabreado y dio un paso al frente.
Se puso delante del dragón verde, he hizo una reverencia.
-Mi nombre es Tomás. 
El dragón verde meneó  la cabeza en gesto afirmativo y la acercó al hombre. Éste, sin mostrar el menor signo de miedo, se quedó quieto, hasta que la boca de la criatura tocó su frente. Se quedó unos instantes así. Y entonces el dragón dio unos pasos atrás e hizo un gesto parecido a una reverencia. Tomás me miró.
-Esta es la presentación necesaria para poder montar en sus lomos. Repite mis acciones con tu dragón-el chico empezó a acariciar a la criatura por el cuello, sin temor alguno.
Yo miré al dragón rojo, y vi como unos dientes afilados sobresalían por debajo de lo que serían sus labios. Notaba cada vez los latidos de mi corazón más rápidos y violentos por el miedo. Pero, pensaba que si Tomás lo había conseguido, yo también lo conseguiría, así que me trague el miedo y me arrodillé a modo de reverencia. Vi cómo el dragón rojo me miraba fijamente, pero no sabría decir si lo hacía con ira, o estaba alegre.
-Me llamo Clara - pronuncie con voz firme, aunque me arrepentí momentos después, cuando bajo la firme mirada de la criatura, esta asintió y se acercó a mí. 
En un instante, cerré los ojos, mientras notaba su aliento rozándome la cara. Era un aire ardiente, que en cierto momento empezó a molestarme, pero reprimí las ganas de alejarme y noté como aquel hocico me tocó la frente. En aquel momento noté un parón en mi corazón y cuando abrí los ojos no veía nada más que al dragón.
-¿Por qué me temes, muchacha? - Pronunció con una voz grave que hizo temblar todo mi cuerpo.
Aguanté las ganas de chillar de miedo, y después de pensar un momento con los ojos cerrados, los abrí súbitamente y me enfrenté a la mirada dorada del dragón.
-No te tengo miedo.
El reptil emitió un sonido parecido a una risa, con los ojos cerrados.
-Me gusta tu coraje, chica. -me sonrojé un poco, sin darme cuenta de la situación en la que me encontraba - Bien - sentenció firmemente- Clara, mi nombre es Ghest, y a partir de ahora, seré tu montura.
No pude contener una sonrisa mientras miraba a esa criatura.
Salí de aquella ensoñación y observé como Ghest hacía un reverencia en frente mío. Sonreí de nuevo y me acerqué, para acariciarle la cabeza. 
Noté la mirada de Tomás, seguida de un gesto afirmativo por su parte.
-Ahora sube a su lomo - dijo él, ya encima del dragón esmeralda.
Observé a Ghest, agachado para que me fuera más fácil subirme a su espalda. Puse mi pie sobre la articulación de su pata, usándola cual estribo, y subí a su lomo. Era una sensación extraña, pero me reconfortaba saber que aquella criatura no era ninguna cualquiera, sino Ghest, un dragón al cual ya le tenía algo de cariño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario