sábado

Sueños... Capitulo 1

Me encontraba en un lugar oscuro, mi yo futuro estaba de pie, en medio de esa calle, andando tranquila, hasta que en ese cruce, me topé con él, ese extraño chico que últimamente, poblaba mis sueños. Era alto, musculoso, de piel morena como la arena en contacto con las frías aguas del mar. Los ojos castaños oscuros y muy grandes. Tenía el pelo oscuro, muy corto, con un corte que a mí me gustaba mucho. Su extraña expresión siempre me turbaba. Tenía una cara con una expresión simpática y sin embargo, sus labios siempre se mostraban serios y firmes.
-No sigas adelante, – me dijo – es peligroso.
Mi yo del futuro se paró y le miró fijamente.
-¿Por qué? – dijo. La curiosidad me invadía a mí también
-No sigas adelante, es peligroso. – Repitió

Me desperté, sobresaltada. Cada vez mi sueño era más extraño. Más detalles se mostraban y más me embargaba la curiosidad. ¿Quién era ese extraño? ¿Qué quería? ¿Qué es lo que era peligroso?
Daba vueltas en la cama. ¡Quería seguir soñando! Pero sabía que no iba a pasar: cuando terminaba de soñar, me despertaba y no podía seguir soñando. Era extraño, pero en cierto modo me sentía ligada a ese chico. No le conocía no le había visto, pero ya me encontraba enamorada. Me levanté y mire el despertador, eran las seis menos veinte. ¿Qué podía hacer para pasar el tiempo? Como no se me ocurría nada empecé a dar vueltas por la habitación pensando en mi sueño. Se me ocurrió hacer una especie de diario para apuntar mis sueños del futuro. Me dirigí a una balda, escondida entre todos los trastos ahí puestos, para ir en busca de lo que sería mi diario de sueños. Era un secreto, nadie sabía que yo podía ver el futuro, ya que parecía una simple chica de quince años que era un poco vaga y que siempre iba al instituto diciendo que no tenía sueño, pero sin embargo con unas ojeras terribles. Era verdad, yo no tenía ganas de dormir después de ver mi sueño del futuro.
Encontré un viejo y polvoriento cuaderno pequeño que, con un poco de limpieza, sería perfecto para el uso que le iba a dar. Arranqué una hoja del cuaderno donde ponía, con una letra infantil:
Hola, tengo 5 años y nadie cree que tengo sueños raros.
Me acordé de esa época de mi vida: yo era una niña a la que le gustaba decir todo lo que le pasaba. Claro, de los sueños tampoco pasaba de contar. En esa época tenía unos sueños que me decían un futuro cercano y los sueños eran muy cortos. Soñaba, por ejemplo, las riñas que iba a tener con las personas que conocía, las amistades que iba a hacer, la gente que se iba a ir de colegio… Yo se lo contaba a mis amigas pero ellas se lo contaban a sus padres y ellos les decían que se alejaran de mí. Por eso, ahora no era muy popular e intentaba pasar desapercibida.
Tire la hoja a mi pequeña basura y vi que la hoja que venía a continuación tenía también algo escrito:
He cumplido 6 años, ya voy a ir a primaria. He soñado que iba a mudarme a la ciudad donde vive mi nuevo papá y que no irán mis amigos. He soñado que me quedo sola.
Eso era unos meses después de lo anterior. Me acordaba también nítidamente: tenía unos pocos amigos, los que no habían hecho caso a sus padres, pero que de todas maneras no creían lo de mis sueños. Soñé que estaba en un lugar cálido, con una pequeña mochila a mis espaldas y que iba con mi madre. Caminábamos por un camino al lado de la playa, que estaba a kilómetros de donde vivía en esa época. Lo que me hizo saber a dónde iba fue el señor que se acerco a mi madre y la besó en la mejilla. Mi madre me había enseñado mogollones de fotos de un viaje que había hecho a la costa. Siempre salían ella y ese hombre. Le pregunte quién era después de tener el sueño y me dijo:
-Querida, es tu nuevo papá.
Después me besó la frente. Yo que era muy pequeña para entender que mi padre biológico había desaparecido en el campo de batalla y por eso le pregunté:
-Mamá, ¿dónde está papá?, ¿sigue de viaje?
-Sí.
La voz con la pronunció esa palabra siempre la recordaré. Después de esa afirmación, mi madre rompió a llorar. Susurraba algo así como: “Como le explicaré esto”. Meses después ocurrió eso que había soñado. Desde entonces vivía con José en una ciudad muy cercana al mar.
Antes de romper esa hoja, pasé a la siguiente. También había algo escrito. Pasé otra hoja, y otra y otra. Estaban todas escritas con pequeñas frases.
Lo que había cogido no era un cuaderno. ¡Era un diario de mi infancia! Cogí el papel de la basura y lo desdoble. Como estaba escrito a lápiz, y el papel estaba arrugado, era casi imposible descifrar lo que ponía, pero lo estiré y lo pegué en la contraportada del cuaderno. Seguí leyendo, intentando recordar mi infancia. La última nota me impactó mucho:
Tengo ya 10 años, mis sueños extraños continúan y ahora no se lo cuento a nadie. Pero lo de esta noche ha sido como una pesadilla, soñaba que tenía un sueño más tarde donde un extraño señor con el pelo muy corto me paraba mientras caminaba. Me daba mucho miedo. No quiero volver a escribir mis sueños. ¡Solo quiero ser como los demás!
“…un extraño señor con el pelo muy corto que me paraba mientras caminaba…” Eso era lo que estaba soñando últimamente. No me acordaba de haberlo soñado a los 10 años. Todo esto era muy extraño, más de lo yo llamaba normal. Pasé una página más. Estaba en blanco. Escribí mi sueño allí poniendo mi edad, y la fecha.
Oí unos pasos. Ya eran las siete y media de la mañana. Me tumbé en la cama, haciéndome la dormida. Una sombra entró en mi cuarto y me dijo:
-Vamos, son las siete y media
Hice como si me desperezara. Vi a José. Yo nunca le llamaba papá, el no era mi padre, mi padre era un general que había muerto en la guerra, no ese empresario. Me levanté, y me puse las zapatillas y me fui a la ducha. Como tenía muchas cosas en las que pensar, se voló mi tiempo sin que me diera cuenta. Hasta que en un momento determinado mi padre extrañado, golpeo la puerta:
-Cariño, ¿te ha pasado algo? ¿Estás bien? ¡Cariño! – con un timbre notablemente preocupado
-Si José, solamente es que no me había dado cuenta de que había pasado tanto tiempo – expliqué mientras salía rápidamente de la bañera y me vestía con la ropa que había dejado en el bidé.
-Hija, no me llames José, sabes que no me gusta.
La discusión de siempre. Siempre discutíamos José y yo sobre eso pero yo nunca le iba a llamar como le he llamado a mi padre de verdad. Esas palabras estaban dedicadas a él no a ese hombre que se había casado con mi madre, llamado José. No le quería como padre, igual podría ser un amigo, pero nunca un padre.
-José, sabes que nunca te voy a llamar de otra manera.
-Pero, cariño no seas…
Abrí la puerta del baño, me lo encontré en frente.
-No José, tu eres José, un empresario, el marido de mi madre, lo que quieras, pero hagas lo que hagas, no serás nunca mi padre - Creo que esas palabras le rompieron en dos. Él me quería como si fuera su hija pero no podía conseguir que yo lo considerara mi padre.
Mientras veía como le salían unas lágrimas cristalinas de sus ojos verdosos, me fui a mi cuarto. Era muy dura con él pero no quería que siguiera intentando algo que era imposible, se lo estaba haciendo más fácil. Mire la hora, eran casi las ocho de la mañana. Me puse unas deportivas me cargue la mochila a la espalda y salí de esa casa. Me dirigí a la estación de autobuses más cercana, que estaba a unas tres manzanas de la casa de José. Cuando me quedaba un rato, el autobús pasó al lado mío. Me puse a perseguirlo. Le hacía señas para que parara pero por lo que parecía el conductor no me veía. Seguí corriendo. Solo tenía una pequeña cosa que podría hacer que el autobús parase: que hubiera una persona en la estación.
Cuando llegue casi a la estación, el autobús empezó a parar. Había una persona en la parada, todo se lo debía a aquella persona. Corrí para subir al autobús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario