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Historia de Eli - capítulo 4


               “De todo… a nada…” eso es lo único que pensaba Eli. Veía como su vida se había destruido en unos instantes. Había volado, junto con las cenizas que quedaban de Christian. Aquella existencia que había odiado hasta que conoció a aquel muchacho volvía a ser un sinsentido. Ya no sabía cómo seguir, ni con quién. No querías volver a estar sola, no le gustaba. Con Christian había descubierto la compañía, le había agradado su amistad, y dudaba que cualquier otra pudiese sustituir a su presencia.
            Y así pasaban los días, semanas, meses…
            Eli sólo notaba que se iba haciendo mayor, su cuerpo crecía, mientras repetía continuamente la rutina que le permitía vivir, aunque fuera sola. Dejó de ver espíritus tan a menudo, y cuando los veía, ignoraba sus peticiones. Ya, que desde aquel espíritu le aviso de la muerte de Christian, ya no quería que le avisaran de nada. Tampoco quiso relacionarse con nadie durante esos meses… simplemente, ya no quería ninguna compañía que no fuese la de Christian, por lo que huía de la compañía. También odiaba todo lo sucedido en aquella ciudad, así que, guardando sus pocas pertenencias de nuevo en una mochila de cuero viejo, salió de allí días después de lo ocurrido en la panadería. Había ahorrado lo poco que había podido y con ello  le había alcanzado para comprarse un billete de tren a Shelgär, una ciudad bastante poblada donde hacía tiempo, había conocido a una joven médium, que tenía el mismo don que ella. Pero aquel billete no lo consiguió hasta años después de lo ocurrido en el pueblo, por lo que tuvo que vivir en otro cerca de allí durante largos años.
            El pueblo donde se hospedó estaba situado cerca del gran río caudaloso que separaba Hoeng de Tleshmurth (cuya ciudad más importante era Shelgär) y sólo se podía cruzar mediante el tren, registrado siempre por los guardias de Tleshmurth, ya que ambos reinados solían tener bastantes confortaciones años atrás. Todo era debido a que los reyes de Hoeng y Tleshmurth eran ambos gemelos herederos de lo que antes era Hoemuth (la unión de Hoeng y Tleshmurth), pero corroídos por la avaricia, los dos quisieron poseer la corona, por lo que decidieron separarse y provocaban guerras para conseguir las tierras del otro.
            Eli había estado casi siempre en Tleshmurth, hasta que la médium de Sherlgär le habá comprado el billete para Hoeng, donde había permanecido hasta entonces.
            Pasó medio año en aquella ciudad cercana al río, donde trabajó ayudando a la panadera, que a su parecer era mucho más ruda que la señora Smith. Tenía poca experiencia en el tema, pero tantos días observando a la pareja Smith había dado su fruto, y Elvisa, la panadera local, se sorprendió de lo que sabía aquella niñita. Ella se esforzaba lo que podía para hacerlo lo mejor posible, e incluso se sorprendió de lo rápido que aprendía. Durante los dos primeros meses sólo ayudaba un poco a Elvisa en la cocina, amasando el pan, metiéndolo al horno y poniéndolo en las bandejas de metal, aunque le costaba bastante levantaras con lo que pesaban, atendía a los clientes. Más adelante empezó a trabajar por las mañanas en un pequeño negocio a la vuelta de la esquina de la pequeña habitación que tenía alquilada. Era una carnicería, y ella era la dependienta, por que el marido de Elvisa, que era el carnicero  y dueño del local, estaba enfermo y necesitaba ayuda para atender la tienda. Le pagaba poco, pero así conseguía ayudar a pagar la habitación, junto con el dinero que ganaba en la panadería. A ella no le molestaba estar tan ocupada, así podía distraerse y no pensar en nada de lo sucedido. No le importaba trabajar hasta que al llegar a la habitación quedara dormida del agotamiento, simplemente quería seguir viviendo, aunque  llevaba mucho tiempo sin saber cómo. Ni porqué. 

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