viernes

Historia de Eli - Capitulo 8

Después de que Hester les contara el plan, Elisabeth se quedo tranquila, sabiendo que tenían posibilidades de escapar. Tanya se sonrojó intentando fingir enfado por el plan, por el simple hecho de quejarse, pero Hester sabía que sólo fingía, y no hizo caso de su mirada de odio. 
La primera parte del plan se realizaría lo más pronto posible.
Se trataba de fundir los grilletes de los tres, y la única capaz de hacerlo era Tanya. 
Hester y Eli miraron con asombro como los grilletes de Tanya se iban fundiendo, lentamente, haciendo que la niña al final quedara libre. 
Tanya gateó hasta el borde de su cama y entonces se apoyó en el para bajar. Se dirigió hacia las piernas de Elisabeth e hizo lo mismo con sus grilletes, dejando a ésta con libertad de movimiento. 
Eli estiró las piernas y se pasó las manos por donde antes había estado el aro metálico una y otra vez, masajeando la zona.
Luego Tanya hizo lo mismo con el aro de Hester y quedaron los tres libres. 
Fundir cada aro había tomado su tiempo, y el sol empezaba a asomarse, dejando entrever unos pequeños rayos matutinos por los huecos de la madera. Dentro de poco el carro se pararía y darían el desayuno a los tres, pero ellos tenían que fingir seguir atados. 
Tanya se puso el aro, dejando que la parte fundida la tapara su pierna, para que desde la posición donde repartían la comida no se viera.
Por su parte, Eli se negó poner el grillete de nuevo, cruzó las piernas y puso el aro entre el hueco que formaban sus muslos, haciendo que pareciera que lo tenía puesto, ya que  la ropa que llevaba tapaba el aro y su tobillo.
Hester utilizó el mismo método que Tanya, pero en su caso, puso su otra pierna encima del tobillo por si acaso se acercaban. 
Cuando estuvieron listos esperaron pacientemente hasta la parada del carro, con la que procederían a comer, y cuando hubiesen terminado, aprovecharían el tiempo en el que el conductor y el "cicatriz" comían para escapar.
Cuando notaron la parada, Elisabeth oía el latido de su corazón cada vez más fuerte, los nervios de acero de los que se jactaba siempre, en esa situación se habían fundido junto al aro que rodeaba su tobillo. Sudaba bastante, las manos las tenía empapadas de sudor, aunque el clima fuera más bien frío a esas horas de la mañana. Escuchó atentamente los pasos que salían del compartimento del 'cicatriz' y el conductor e intentó respirar más profundamente y calmarse. 
Los pasos se acercaron por al lado suyo, la muchacha se apartó el pelo de la cara dejando su claro cabello detrás de su oreja. Entonces una mano desplazó un pestillo y abrió el compartimento donde se encontraban los tres, haciendo que Eli se tuviera que cubrir la cara con la mano, para evitar que el sol que aún seguía saliendo, ya un poco más alto, le dañara los ojos.
Entonces un señor con piel clara,  una gorra verde y una barba pelirroja descuidada sacó tres boles de una olla, manchados de la comida que se encontraba en ella, y los puso encima del suelo del compartimento. Sacó un cazo y puso poca cantidad en los tres, y luego, dejando la olla en el suelo, subió al carro y cogió uno de los boles. Lo dejó despreocupadamente cerca de Tanya, que ni lo miró. Luego cogió los otros dos, uno con cada mano y los puso entre Eli y Hester. Sin perder un momento más, bajó del carro. 
Los tres niños comieron el contenido de sus respectivos boles lo más rápido que pudieron. Eli lo cogió e inspeccionó lo que había dentro: una especie de sopa grumosa y de un color que se acercaba al naranja. Lo probó, no muy convencida, y al instante se lo alejó de la boca: sopa con calabaza. Nunca la había probado, pero su primera opinión fue de asco. Pero lo tenía que comer rápido aunque no quisiese, así que vació el vertido del bol sobre su boca, produciendole varias arcadas y ganas de vomitar. 
Cuando los tres hubieron terminado, se quitaron los aros de los tobillos y se levantaron, poniéndose en fila, Hester, Tanya, y por último, Elisabeth. Cuando el primero dio la señal, salieron corriendo por donde el señor barbudo había subido. La distancia al suelo era más de lo que parecía, pero Hester y Tanya parecían ser conscientes de ello y cayeron, saliendo inmediatamente corriendo hacia la izquierda, el lado contrario a donde comían los adultos y donde un amplio bosque en caída les daría más posibilidades de escapar. Sin embargo, Eli cayó mal, haciendose daño en un pie y dándose de bruces al suelo. Hester y Tanya se dieron cuenta, pero sólo Tanya tomó la iniciativa de dar la vuelta a ayudarle. 
Los adultos, que se habían levantado cuando notaron que los pies de Hester habían tocado el suelo, se acercaron rápidamente a la niña. 
Cicatriz tenía un bastón en la mano, acabado en una esfera que quitó dándole unas vueltas. Se acercó a la niña con el bastón mientras el señor barbudo, rápidamente la inmovilizaba pisándole los brazos con sus grandes botas. Eli rompió en un chillido de dolor. 
'Cicatriz' esbozó una sonrisa y después de acercarle la punta de donde había quitado la esfera del bastón al barbudo, éste la cogió con ambas manos -pudo verse una pequeña llama y un color rojizo en el bastón- antes de posarlo fuertemente sobre la piel  de la tripa de la muchacha. Eli lanzó un nuevo grito que se superpuso a los chillidos de antes. 
Entonces desde la posición donde se encontraba, vio como empezó a arder el carro, después de que Tanya lo tocara. Ésta, con un rostro de odio que Eli jamás había visto se acercó al barbudo y lo empujó desde su espalda, haciendo que a su vez la ropa del señor comenzase a arder. El barbudo salió corriendo y se tiró al suelo intentando apagar la llama de su ropa. El 'cicatriz' de mientras, ya se había alejado unos pasos de la muchacha tirada en el suelo, y aún seguía con su bastón en la mano.
Entonces todo sucedió muy deprisa: un espíritu con un corto pelo azabache arremetió contra el 'cicatriz' y fue lo último que vio Eli antes de desmayarse, Hester la cogió rápidamente, y aprovechando que 'cicatriz' se había caído al suelo, Tanya y Hester escaparon, éste último cargando con Elisabeth.

No hay comentarios:

Publicar un comentario