domingo

Historia de Eli - Capitulo 7



Ambos muchachos observaron a Eli hasta que dejaron de oír su llanto, sin embargo, ella no levantó la cabeza que estaba oculta entre sus brazos. Esperaron a ver si daba alguna señal de seguir ahí, con vida, pero no consiguieron ningún resultado. Apenas se oía como respiraba levemente, pero los muchachos no lo escuchaban por culpa del ruido que hacia el carruaje y los caballos.

-¿Está... muerta? - preguntó Tanya mirando al chico.
-No digas sandeces - le respondió serio. - Está dormida, como lo deberíamos estar todos... -bostezó -  ¿Ves? Incluso yo tengo sueño. 
El muchacho se tumbó como pudo en su manto de paja, muy cercano al de Eli, mirando hacia al cielo, que se podía ver a trozos por los agujeros de la madera. 
-No, - susurró Tanya - yo no tengo sueño. No te duermas, ¡todavía es pronto!
No obtuvo ninguna respuesta.  
Desesperada y de mal humor, como siempre le ponía Hester, ella también se tumbó de lado, dando la espalda al chico. Se dedicaba a contar los tablones de madera de la pared del carro que ocupaba su cama elevada - la única estructura elevada del carro - para distraerse, porque aún intuyendo que Hester no se había dormido, no quería hablar con él.
Por su parte, el chico intentaba contar cuantos días llevaba viajando en aquella carroza, y cuantas personas habrían pasado antes por la cama que ahora ocupaba Eli. La cuenta ya la había perdido, aunque aún se acordaba de cuando el Cicatriz hablaba con sus padres, y estos recibían dinero de él, a cambio de la venta del muchacho. Prefirió olvidarlo y concentrarse en otra cosa, como la sensación que le había causado esa niña tocándole los labios. No sabía por qué lo había hecho, y menos porqué se había puesto a llorar. Al fin se decidió a hablar:
- ¿Tú qué crees, Tanya?
- Supongo que sabiendo tu poder quería ver como sentía al tocar a alguien. -murmuró sin cambiar de postura para mirar al chico. 
- Tiene sentido - el muchacho estiró el brazo intentando tocar el techo, cosa que era imposible, pero él ansiaba libertad.
- ¿Escaparás? -susurró la chica al verle estirar el brazo.
- Sabes que no puedo. No poseo ninguna habilidad destructiva como la tuya, y es imposible hacerlo sin ninguna.
-Podrías escapar con Eli -dijo señalando a la otra muchacha, aún sin verle la cara.
El muchacho arqueó una ceja. Era seguramente la opción más absurda que le podría haber dado Tanya.
- Está confirmado que eres tonta. 
-¿Y ahora a que viene eso? -chilló la niña, incorporandose.
Eli levantó la cabeza de repente, el chillido la había sacado de su ligeros  sueño.
- Ya la has despertado, ruidosa - dijo Hester poniendo una de sus manos sobre la cara.
-Eso te pasa por insultarme - dijo enfurruñada, dándose la vuelta y volviéndole a dar la espalda.
Eli miró al chico -al único que podía ver, ya que Tanya estaba encima suyo- con cara triste. Se acababa de acordar de cómo había llegado a esa esquina. El muchacho le devolvió la mirada, mirando fijamente a la muchacha, luego le dedicó una sonrisa.
-No te pongas así - le susurró acercándose de repente a su oreja. 
Eli no se alejó, porque sabía que no le haría nada aunque le tocase, aún así, la experiencia de antes le había afectado lo suficiente como para no querer tan cerca a Hester.
-No te acerques tanto - le ordenó seria.
El chico se alejó atónito, volviendo al sitio dónde le gustaba sentarse, justo a los pies de su lecho. Entonces se levantó y estiró los brazos, desperezándose. Eli pudo darse cuenta que era más mayor de lo que pensaba, quizá ya llegaba a los dieciséis años. 
Tanya se dio la vuelta al oír que se había levantado, y se sentó apoyando la espalda en la pared. 
-Me has despertado -dijo molesta.
-No estabas dormida - rió Hester.
Tanya miró con rabia a Hester, le ponía de los nervios.
Todo se quedó en silencio de nuevo. Tanya observaba su cama distraída, intentando no mirar a Hester. Éste, por su parte, apoyando su espalda en la pared miraba al techo de nuevo. 
- ¿Qué poder tienes tú? -dijo Eli asomando la cara a fin de ver a Tanya
- Fuego - dijo una niña apoyada en la pared, morena de piel y con el pelo negro, parecía que rondaba unos doce, al igual que Eli. 
Eli se quedó atónita, no sabía a lo que se refería esa niña con esa respuesta. 
Tanya, dándose cuenta de la cara de Eli, cogió un trozo de paja de su cama con una mano y acercó el puño a la cara de la muchacha. Entonces salió una llama de la paja, convirtiéndola en ceniza. 
- ¿Lo entiendes ahora?-preguntó con tono severo.
Eli observó fascinada a la chica, aunque el fuego y las cenizas no le dieran muy buenos recuerdos...
-Puede quemar todo lo que toca -resumió Hester.
- Aguafiestas - refunfuño Tanya.
- ¿Todo? - preguntó la niña ilusionada
-Excepto el aire...
- Entonces, ¡contigo conseguiríamos escapar!
-¡Para el carro, nueva! - dijo enfadada Tanya- en ningún momento he dicho que tenga la intención de escapar. 
Eli le miró confusa, ¿por qué alguien que tuviera su poder no lo usaría para escapar? Miró a Hester con cara de sorpresa, pero el sólo encogió los hombros.
-Se lo he dicho muchas veces, pero se niega...
-¿Por qué? - preguntó Eli, esperando alguna respuesta convincente.
Tanya le miró ofendida, como si hubiese preguntado algo ofensivo. Eli volvió a mirar a Hester, pensando que él resolvería sus dudas, aunque de nuevo encogió los hombros. 
Todo se quedó en silencio, un siencio que incomodaba a Eli, que sentía que había hecho algo mal. Tanya resopló y miró a la muchacha.
- Es peligroso, prefiero mantener la vida. 
- ¿Por el señor?
- Bueno, el Cicatriz es una de las razones. Pero más bien me refería a mi poder, que puede descontrolarse fácilmente.
Elisabeth se quedó pensativa... Miró a Hester sabiendo que él si quería ser libre, y luego miró a Tanya, una muchacha acobardada que temía que huir significara su muerte, aún queriendo ser libre. Hester la miró, intuyendo lo que intentaba pensar, pero su mente fue más rápida y el muchacho proclamó:
-Esta noche, antes de amanecer, huiremos.

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