viernes

Historia de Eli - Capítulo 16


Hester no parpadeó. En cierto modo se imaginaba que fueran familiares; era una de las opciones por las cuales había pensado que podría ser la causa de que Tanya y Neth tuviesen el mismo apellido, aunque había pensado que era más probable que fuese una mera coincidencia. Parecía haberse confundido, pero no le importaba, estaba entre sus opciones.
-Ah, ¿sí? – le preguntó distraído mientras servía ya la comida en pequeños boles.
-Ella no lo sabe – respondió mientras sus ojos se cerraban – y prefiero que sea así.
Neth se durmió poco después de terminar esa frase, Hester resopló y se sacudió la cabeza, como si así pudiese airear sus ideas. Ahora lo demás no le importaba, tenía que comer. Se acercó a Tanya y le sacudió para que despertara, después hizo lo mismo con Elisabeth. Cuando los tres estaban sentados y comiendo, un silencio cargó el ambiente y lo volvió frío y tenso.
Sin embargo, ni Hester ni Tanya parecían incomodarse, todo lo contrario a Elisabeth, que esperaba que alguno de ellos dijera algo: nunca le gustaba ese silencio incómodo. Al ver que nadie hablaba decidió romper ella misma el silencio:
-Qué rico – dijo sonriendo mientras miraba a Hester, que no cambiaba la expresión mientras hundía la cuchara en su bol – no sabía que supieras cocinar…
-Bueno… - fue su única respuesta, junto a un gesto de indiferencia con los hombros.
-Coincido con Elisabeth –dijo Tanya con una voz alegre, un tono que Eli añoraba
-Me alegro – dijo él cortante, sin apartar la mirada de su bol.
Elisabeth siguió comiendo, aunque de nuevo el silencio la incomodara. Sentía que algo no iba bien, como si hubiese pasado mucho tiempo desde que conoció a Hester y Tanya en la carreta, como si ya no fuesen los mismos. Habían cambiado, antes eran mucho más alegres, o por lo menos, eso parecía. Habían cambiado mucho, antes de que Elisabeth pudiera hacer nada para impedirlo.
Terminó su comida del bol, y se oyó un “gracias” ahogado. Se alejó hasta donde estaban los caballos. El tordo le miraba atento, aunque aún así no parecía asustado. La niña se acercó a uno de los árboles donde estaban atados los caballos y se apoyó en él. Arrastró la espalda por la corteza hasta que acabo sentada. Tenía la mirada perdida, mirando algo incierto, que no llegaba a atinar con la vista. Dirigió la vista hacia el cielo, y comprobó que estaba cubierto de nubes: parecía avecinarse una tormenta.
Como si fuese una respuesta del cielo a sus pensamientos, una gota le cayó en la mejilla y bajó por ella, cayendo después por el borde de su cara. Empezó a dudar si era de verdad una gota de lluvia.

Tanya seguía junto a Hester
-¿Qué le pasa a Elisabeth? – dijo, rebañando el bol.
Hester se encogió de hombros y se tumbó despreocupado en el suelo, con los brazos cruzados a modo de almohada. Cerró los ojos y suspiró. No estaba acostumbrado a tantos sentimientos juntos y seguidos por personas cercanas. Tanya se enfadó, como de costumbre, por las muestras de poco entusiasmo de Hester. Se levantó, se sacudió las ropas –una de sus manías-, y se acercó a Hester. Éste entreabrió un ojo y luego bostezó. Tanya no pudo soportarlo más y le sacudió un golpe en la mejilla lo más fuerte que pudo.
-¡Insensible! – le gritó después de eso.
Hester no se movió, sólo se puso una mano encima de la mejilla, que comenzó a enrojecerse.
Tanya fue por donde se había ido Eli, dejando a Hester con Neth.

Se quedó allí tumbado revolviendo su pelo con la mano y los ojos cerrados.
-Ya empieza a pasar de nuevo… En fin – dijo bostezando- sabría que pasaría tarde o temprano.
Siguió con los ojos cerrados y abstrayéndose del mundo, como acostumbraba a hacer. Sintió un beso en la mejilla: una señora que no conocía estaba al lado de él.
-Gracias por cuidar de mi hija- dijo con una sonrisa un tanto siniestra. Entonces sintió un fuerte dolor en el hombro.
La mujer le había puesto el cañon de una pistola –muy poco comunes, Hester había visto algunas en muy pocas ocasiones- en el hombro y ya había disparado. Empezó a sentir como brotaba la sangre y ahogó un grito de dolor en cuanto la mujer le puso una mano en la boca.
-No querrás despertar a Neth, ¿no?
Siguió con la mano en la boca del chico hasta que éste cayó rendido y dejó de forcejear. Entonces se levantó y cogió a Neth, que aún dormía cerca de allí. La despertó suavemente con ligeros movimientos y le vertió lentamente el liquido de un frasco que tenía en su mano. Una vez lo bebió entero cayó en un profundo sueño del que le costaría despertar.
-Ayik, coge a la otra y llévala al punto de reunión.
-¿Qué hago con Tanya? – preguntó mientras pasaba su lengua por delante de los incisivos.
La señora se lo pensó antes de responderle.
-Puede servirnos de lección… o de mechero – dijo sarcásticamente- Tráela, pero si hace algún ademán de escapar, pártele una pierna o lo que sea. Esta vez que no escape.
Ayik sonrió. Cada vez disfrutaba más de su trabajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario