jueves

Parte 1

Ya era media noche, debía apresurarse o volvería a llegar tarde. Hoy la recolección de cerezas le había llevado más tiempo de lo normal, ya que tuvo que esperar a que un grupo de campesinos malhumorados se marchase para proceder. Y es que estaban enfadados con razón; en estos últimos meses habían sufrido varios “hurtos” en el cerezal, que cada vez eran más frecuentes.
Mila miró a los lados del camino y fue a abandonar el linde del pequeño bosque que rodeaba las tierras de la plantación, cuando vio algo que la retuvo. Entre dos árboles Mila descubrió una cajita que relucía. Se quedó quieta unos segundos, ella ante todo se caracterizaba por la precaución. Quizá le trajera más problemas de los que ya tenía.
Sacudió la cabeza, haciendo esfumarse aquellas ideas y avanzó, decidida a continuar su trayecto. Salió de la seguridad de los cerezos para adentrarse en una senda polvorienta, alrededor de ésta se extendía una gran estepa de tierra castigada por el sol de la tarde. Pero apenas había andado unos metros cuando la curiosidad la pudo. ¿Qué haría allí aquella caja?, ¿Quién la habría dejado? Y la duda que más la asaltaba… ¿Qué contendría?
Giró sobre sus talones y desanduvo lo andado. Cuando llegó otra vez delante de la cajita, se agachó y extendió el brazo para cogerla. Ésta tenía una cerradura así como varios adornos en las esquinas, metalizados,  que brillaban a la tenue luz lunar. Tenía poco tiempo para llegar al lugar de entrega, así que sin pensárselo mucho la cogió rápidamente y se la guardó en el morral. Lo que ella no sabía era que aquel gesto cambiaría su vida… por completo

ssss


El capuchón de la capa le tapaba la cara casi por completo, ensombreciéndola y librándole a la vez del picante sol de otoño. Riené echó un vistazo a los carteles colgados en el tablón sin mucho interés, la mayoría de ellos no ofrecían recompensas muy jugosas. Y como a él sólo le interesaban los beneficios que pudiese obtener, no se molestó en leerlos.
Se dio la vuelta, dejando aquel poco llamativo tablón de anuncios a su espalda y cada vez más lejos a medida que daba pasos, el siguiente más rápido que el anterior  Pronto se mezcló entre la gente, apenas haciéndose notar más que una sombra a pesar de ser pleno día.
Riené, aburrido, vagó por las laberínticas anchas calles de Hovor, sin importarle que no tuviesen salida. Algo frustrado acabó sentado en uno de los arcos de piedra del impresionante edificio de la guardia portuaria de la ciudad. Aquella magnífica estructura se componía de torreones, arcos y pilares, etc....Tan llamativo como solían ser la mayoría de las sedes oficiales de las guardias del reino.

1 comentario:

  1. MUY INTERESANTE ,ES PERO CON GANAS LA SIGUIENTE PARTE.MAYKA

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